La soledad de Deyverson en punta de ataque en muchos partidos comenzaba a ser una cuestión alarmante, pero ayer apareció la segunda línea alavesista para sumarse al brasileño en las labores ofensivas llegando desde atrás. La tripleta conformada por Edgar, Víctor Camarasa e Ibai Gómez fue una amenaza constante para un Villarreal incapaz de frenar las oleadas atacantes protagonizadas por estos tres futbolistas que tuvieron mucha presencia amenazante en el área rival. Tanta que el bilbaíno y el valenciano fueron los autores de los dos goles del Alavés en El Madrigal, mientras que el canario fue la principal fuente de peligro durante una primera parte magistral en la que estos tres futbolistas comandaron el ataque albiazul.
La habitualmente quijotesca pelea de Deyverson contra toda la defensa rival no fue tal ayer. Apostando definitivamente por el 4-2-3-1, la tripleta de mediapunta funcionó a la perfección. Regresaron al equipo titular Edgar e Ibai en las bandas, mientras que Camarasa adelantó de nuevo unos cuantos metros su posición para acercarse al delantero brasileño. La combinación de los tres supuso un cóctel explosivo para el Villarreal, incapaz de frenar esta asociación que llevaba tiempo aparcada en grada o banquillo.
Y es que Edgar e Ibai Gómez habían sido piezas fundamentales en el gran arranque del curso, pero llevaban sin coincidir en el once inicial desde el victorioso partido contra el Granada, precisamente en el encuentro en el que Camarasa se estrenó en la alineación titular. Curiosamente, o igual no tanto, cuando el tinerfeño y el bilbaíno han compartido presencia de inicio siempre se ha acabado sumando. Sexta vez que compartieron once los dos extremos, con el resultado de tres victorias y tres empates.
Con Edgar, se recuperó un puñal que se había perdido desde la visita a la Real Sociedad. El extremo volvió loco a Jaume Costa en una primera parte primorosa en la que el lateral izquierdo local bien pudo haber sido expulsado. De sus botas partió el centro que Deyverson mandó al palo antes de que Ibai Gómez lo remachase.
El bilbaíno fue la gran amenaza ofensiva del equipo y aportó una mayor presencia en zonas centrales y cercanas al área. Partiendo desde la izquierda, pero buscando siempre la frontal del área. Así cazó el balón rebotado del palo para sacar a relucir su fina diestra, con la que probó constantemente a Asenjo.
El caso de Camarasa es el de la perseverancia. Encadena una paliza física tras otra en una labor vital en la combinación y la presión. Esa insistencia le llevó a recuperar el balón que convirtió en el segundo gol en una matinal en la que la segunda línea empujó con fuerza.