Los entrenadores, a pesar de ejercer como dianas cuando la marcha del equipo es negativa, acostumbran a tener una vida extra. La posibilidad de encontrar acomodo en otro club en el que poder exhibir sus facultades como técnicos resulta elevada para aquellos que han demostrado previamente sus capacidades desde la banda. Es el caso de Fran Escribá (Valencia, 1965), quien cuatro años después de iniciar su andadura en los banquillos como primer entrenador, se encuentra ante su gran oportunidad al frente del Villarreal. Su destitución en el Getafe en el tramo final de la pasada temporada, después de haber tocado el cielo con el Elche, poco o nada influyó en la firme apuesta de la entidad castellonense, que liderada desde las alturas por Fernando Roig no dudó el pasado verano en depositar su confianza en el preparador valenciano para sustituir en el cargo a Marcelino García Toral.
El relevo, motivado por una creciente tirantez entre el presidente, la plantilla y el entrenador asturiano, se llevó a cabo una semana antes de que el Villarreal afrontara la previa de la Champions ante el Mónaco, verdugo a la postre. Apenas tuvo tiempo Escribá para asimilar su contratación y preparar tamaña eliminatoria. “Lo normal en esta época es esperar a ver cómo van las cosas a lo largo del año, por lo que para mí ha sido una gran sorpresa la llamada del Villarreal”, confesó el propio técnico valenciano en su presentación como timonel de la nave amarilla, acto en el que también aseguró estar ante un “gran reto” al que “no podía decir que no”.
Cuatro meses antes, no en vano, había sufrido su primera destitución como profesional en el Getafe, donde fue incapaz de llevar a buen puerto un proyecto marcado por las fisuras internas a modo de trágicas lesiones y salidas inesperadas con el curso en marcha. “Escribá es un buen entrenador, pero no me ha quedado más remedio que destituirle después de no haber cuajado por muchas circunstancias”, explicó Ángel Torres, presidente del club madrileño, al relevar de sus funciones al ahora entrenador del Villarreal cuando restaban seis jornadas para el final del campeonato doméstico. Para entonces, el Getafe acumulaba doce jornadas consecutivas sin conocer la victoria y había pasado de la zona tranquila de la clasificación a ocupar puestos de descenso.
“Me voy con la tristeza de no haber podido cumplir el objetivo deportivo que nos habíamos marcado”, manifestó Escribá. El argentino Juan Eduardo Esnáider tomó los mandos del equipo, pero no pudo evitar un descenso del que Pedro León, estrella del Getafe, le quiso exculpar. “La culpa ha sido del club, de Fran Escribá y de los jugadores”, subrayó el actual jugador del Eibar, dejando en mal lugar al técnico valenciano, a quien, no obstante, avalaba el formidable trabajo realizado previamente en el Elche, equipo al que logró ascender de Segunda a Primera División en la campaña 2012-13 y con el que firmó dos meritorias permanencias en los dos siguientes cursos.
Segundo de Quique Sánchez Flores previamente en el Getafe, Atlético, Valencia y Benfica, Escribá se caracteriza por ser un entrenador tan exigente como metódico, con un prometedor futuro por delante en los banquillos y un poderoso reto entre manos a día de hoy.
Un arranque de récord Sus primeros pasos en el banquillo del Villarreal no fueron nada cómodos, con la eliminación de la Champions entre medias, pero eso no impidió que el Submarino Amarillo protagonizara el mejor inicio de liga de su historia de la mano de Escribá, quien ha apelado a la continuidad para forjar un equipo marcado por la solidez y el buen gusto por el balón. Los dieciséis puntos sumados en las ocho primeras jornadas, con cuatro victorias y otros tantos empates, dieron forma a tan meritorio récord.
No fue hasta la décima jornada cuando el cuadro castellonense mordió el polvo en el ámbito doméstico. La derrota tuvo lugar en Ipurua ante el Eibar, que remontó el gol inicial de Bruno Soriano para imponerse por 2-1 y dar el primer disgusto liguero a un entrenador decidido a aprovechar la primera gran oportunidad que se le presenta en su aún corta trayectoria como entrenador. Su nombramiento, rompiendo todas las quinielas en verano, dio vuelo a un exigente pero atractivo encargo por sorpresa que ha obligado a Fran Escribá a dar un paso al frente al otro lado de la línea de banda.