Vitoria - “El árbitro ha estado lamentable. Muy mal, y hay que decirlo. Va siempre contra el equipo pequeño y ya estoy cansado de que siempre sea lo mismo. Pero no se puede luchar contra eso. Estoy muy cabreado”. Las declaraciones de Alexis Ruano en los micrófonos de BeIN Sports nada más concluir el encuentro reflejaban bien a las claras el estado anímico del alavesismo tras la derrota ante el Real Madrid. El enfado de todo el club, de jugadores a aficionados pasando por técnico y directivos, con la labor de Martínez Sánchez se rumiaba a la salida de Mendizorroza. La sensación de sentirse estafados era evidente después de haber padecido uno de esos arbitrajes en los que el encargado de impartir justicia siempre barre ciegamente en beneficio del poderoso. Eso sí, cuando es el grande el perjudicado -llámese Real Madrid, Barcelona o como sea-, que son las menos de las veces, ya se encargan sus altavoces mediáticos de alzar la voz para hablar de esas tremendas injusticias que realmente no son tales. El Glorioso sufrió en sus carnes esas distintas velocidades en las que está dividida la Primera División dependiendo del nombre e historial de cada club. Una cuestión que no por desconocida deja de provocar un enfado descomunal en el Paseo de Cervantes.
Es posible que el Real Madrid se hubiese acabado llevando la victoria de Mendizorroza, pero el camino se le fue allanando con el correr de los minutos y no por méritos propios. Ya se había levantado la afición alavesista airada un par de veces por la falta de equidad en el criterio de Sánchez Martínez a la hora de penalizar las infracciones de unos y otros. También por no haber aplicado la ley de la ventaja en una salida al contragolpe albiazul cortada de cuajo por el murciano. Pero la grada se encendió definitivamente con el penalti por supuesta mano de Deyverson.
ni con repeticiones El brasileño juró y perjuró en el vestuario que el balón no le había dado en el brazo, sino en la cabeza. La imagen mil veces repetida en el monitor a todas las velocidades posibles no permite discernir ciertamente la realidad. Rebota en la testa, eso es claro, pero no se llega a apreciar si antes roza en el antebrazo elevado. Si las imágenes desde todos los ángulos posibles no son capaces de determinar si existió o no la mano, es evidente que el colegiado tampoco pudo verlo claramente, tal y como exige el reglamento. Interpretación personal, entonces. Castigó lo que creyó que pasó, no lo que vio que pasó. Más de uno, y con razón, tenía claro que de haberse repetido la misma acción en el área contraria el penalti no habría sido tal. Esa acción le sirvió a los blancos para devolver el equilibrio al marcador y acabó decidiendo el partido. Sin esa pena máxima, a lo mejor los blancos le meten siete al Alavés. Pero a lo mejor no. Fútbol ficción, pero el perjuicio fue para el más débil.
Si en ese penalti Sánchez Martínez pitó lo que no pudo ver con claridad, en el segundo directamente vio lo que quiso ver y obvió lo que no le interesaba. El agarrón de Torres a Ronaldo en el saque de esquina es tan claro como el que sufre el colombiano en el intento de pantalla de un Morata que le abraza para impedirle seguir al portugués. Si el colegiado murciano vio la infracción del alavesista, evidentemente también vio la del madridista. Lo que habitualmente, y más en acciones a balón parado, se salda con falta del atacante, lo resolvió el sábado el ínclito colegiado con otro penalti.
Dejando de lado esas dos penas máximas, el Alavés estaba muy enfadado con el diferente criterio utilizado por el colegiado a la hora de castigar a unos y otros. Debía ser que los de azul y blanco daban patadas y los que solo vestían de blanco repartían caricias. Por estilo, no es el Madrid un equipo excesivamente contundente, pero el desequilibrio entre las cinco amarillas de los locales y la única que recibieron los visitantes tampoco gustó nada.
Mención aparte merecen las expulsiones por protestas de Mauricio Pellegrino y Carlos Compagnucci. El asistente del Flaco vio la roja a los 21 minutos, pocos minutos después del primer penalti para los madridistas y tras una internada de Theo en el área en la que Danilo a punto estuvo de derribarle. El primer entrenador, ya en el minuto 76, tras un saque de banda que tenía que haber sido a favor de su equipo como así señaló el juez de línea pero en el que el colegiado decidió señalar hacia el otro lado. En este sentido, la labor del cuarto colegiado, López Parra, es de las que obligan a preguntarse cuál es el cometido de este árbitro, que lo único que hizo el sábado fue realizar un ajustado marcaje sobre Pellegrino, al que persiguió por la banda hasta su expulsión.
El preparador alavesista se mordió bastante la lengua después en la sala de prensa, pero no por ello dejaba de ser partícipe del enfado monumental del alavesismo con la actuación de un Sánchez Martínez que en Mendizorroza puso viento favorable en las velas del poderoso.