Vitoria - Aludir a la palabra milagro en el mundo del fútbol puede parecer un tópico recurrente, pero hay casos en los que no queda otro remedio que acudir reiteradamente a ese término para explicar una situación. Sin ir más lejos, la del Sporting de Gijón. Un club que estaba abocado a la causa de disolución con más de treinta millones de euros de deuda, más de un tercio de la misma de pago obligado a corto plazo, y que ahora respira con tranquilidad con el horizonte de haber cumplido con todas sus obligaciones económicas para finales de 2017. En ese tránsito de la liquidación inminente a la estabilidad perfilada en el futuro la clave principal hay que encontrarla en un equipo de canteranos que a las órdenes de un histórico del club como Abelardo consiguieron primero el ascenso a Primera División y después la permanencia en la misma. De manera sorprendente y agónica en ambos casos. Y, precisamente, esos éxitos sobre el césped de los guajes comandados por el Pitu son los que han permitido al club recibir una cuantiosa inyección económica -principalmente, a través del dinero de la televisión- que le ha empujado hacia la supervivencia justo cuando su estado le había puesto al borde del deceso. Un milagro gestado en Mareo, donde se forman los jóvenes del club a pesar de que la instalación ya no le pertenece al Sporting.

La crítica situación vivida en tiempo tan reciente entronca directamente con la historia de un club que ha estado ligado desde siempre a la mala gestión. Y eso a pesar de haber pasado muchísimas temporadas en Primera División. En el año 2001, el Ayuntamiento de Gijón abonó más de 1.500 millones de pesetas por la compra de las instalaciones deportivas de Mareo, de las que han salido innumerables jugadores del talentos de los Luis Enrique, el propio Abelardo, Villa o la última y brillante camada que ha devuelto al club a la máxima categoría. Ese dinero se utilizó para pagar deuda tributaria, pero el consistorio también compró entonces las marcas del club para evitar el descenso administrativo por impagos a los futbolistas. No se aprendió demasiado de ese episodio, ya que apenas cuatro años después el Sporting entraba en concurso de acreedores con una deuda superior a los cincuenta millones de euros.

Tras diez campañas seguidas en Segunda, de la mano del mítico Manolo Preciado regresaron los sportinguistas a Primera en el curso 2007-08. El club veía la luz y esperaba que ese ascenso le permitiese saldar las deudas arrastradas, pero en vez de invertir en mejorar la infraestructura de la entidad se apostó por gastar mucho dinero en fichajes. Tras cuatro temporadas, se consumaba un nuevo descenso que abría de nuevo de par en par las puertas del abismo.

El dinero se gastó en tratar de subir y se fracasó las dos primeras temporadas, pero al final de la segunda apareció en escena un hombre de la casa como Abelardo, que dio el paso del banquillo de las categorías inferiores al de El Molinón. Con la economía del club en ruinas y, además, sancionado sin poder fichar por la Liga de Fútbol Profesional, el Pitu recurrió a los guajes de Mareo. El ascenso se consumó en el tiempo de descuento del Girona-Lugo, cuando un gol de los gallegos benefició a los gijoneses. De nuevo sin poder fichar en Primera, Abelardo y sus chavales obraron una nueva gesta con la salvación en la última jornada, de nuevo mediante carambola. El doble milagro de Mareo que ha asegurado la supervivencia del Sporting.