Noventa minutos de sufrimiento para ver esfumarse un punto en el descuento y recuperarlo cuando el tiempo ya se agotaba. Un partido que estaba abocado al empate cuando el tiempo reglamentario se agotaba y que acabó en tablas después de un carrusel final vibrante en cinco minutos de prolongación en los que el Deportivo Alavés evidenció que, aún con piezas diferente, mantiene su fe inalterable al paso del tiempo. Cinco minutos de locura en los que El Glorioso estuvo a un tris de perder el punto por el que tanto había sufrido con anterioridad, punto que acabó recuperando en su único disparo entre los tres palos en toda la noche.

El 0-0 parecía que iba a ser el resultado definitivo cuando el cronómetro rebasaba ya el minuto 90, pero el colegiado Iglesias Villanueva metió en el área un agarrón de Laguardia a Torres antes de que el delantero se internase en el área de castigo. En el 92, Gameiro consumaba el 1-0 desde los once metros.

La injusticia de un penalti que no fue echaba por tierra el ejercicio de resistencia de un Alavés que había aguantado, no sin la compañía de una buena dosis de fortuna, las embestidas colchoneras. Pero la noche del regreso albiazul a Primera no merecía tan cruel desenlace. Y ahí apareció una vez más Manu García para firmar una página dorada en la trayectoria del club y en su propia leyenda. Con las medias bajadas hasta los tobillos por las molestias musculares, el capitán se sacó un derechazo -cabe recordar que es zurdo- desde mucho más allá de la frontal con el que sorprendió a Oblak para consumar el empate en el único disparo a puerta.