Barakaldo - Para el alavesismo, el derbi era una encerrona de antemano. Exilio a Lasesarre, entradas a 30 euros, la decisión de Iraultza de no acceder al campo, la dificultad que representa aparcar cerca del campo barakaldés con paso obligado por la máquina de la OTA, incluso recurrió el Athletic a la convocatoria de todos los chavales de Lezama suspendiendo los entrenamientos vespertinos de ayer para evitar que el estado no fuese completamente azul y blanco... Más dificultades no se podían poner. Y tampoco los aficionados del propietario del campo estaban para nada contentos con la elección del escenario del partido. Urrutia, Barakaldo no es tu txoko, se leía en una pancarta con los reconocibles colores negro y amarillo de los locales, que el domingo se juegan la vida en el play off de ascenso a Segunda ante el Lleida. Todo un despropósito, corroborado por la afición visitante y un contundente Urrutia kanpora!.
Pero, una vez más, el alavesismo superó todos los obstáculos. Y, para empezar la fiesta, el recibimiento se convirtió en una explosión de luz y sonido. A las 18.30 horas llegaba el autobús alavesista a Lasesarre y el humo azul y rojo tiñó el cielo de Barakaldo, provocando una densa niebla a través de la que iban apareciendo los componentes del equipo. Con el jefe Bordalás a la cabeza, los jugadores fueron desfilando ante la marea albiazul, cercana en ese momentos ya al millar de personas. Sonrisas, saludos, choques de manos y teléfonos móviles grabando el espectacular recibimiento. Como suele decir el técnico, “con la piel de gallina” entraron los futbolistas al vestuario después de semejante recibimiento a las puertas del mismo.
3.000 albiazules en lasesarre La masa alavesista fue en busca de refresco durante esos noventa minutos previo al arranque del partido. Los que iban a entrar al estadio, lo fueron haciendo de manera escalonada. Y ahí se pudo comprobar de nuevo que aunque las relaciones entre clubes están muy lejos de ser idílicas, las personales entre aficionados de uno y otro equipo son excelentes. No se explica de otra manera que en todas las gradas de Lasesarre la representación albiazul fuera ampliamente mayoritaria, lejos de quedar constreñida a las 370 entradas que se vendieron en Mendizorroza. Muchos vitorianos echaron mano de contactos athleticzales para acceder gratis al campo, donde fácilmente habría tres millares de alavesistas. Fiesta dentro y fiesta fuera. Iraultza y todos los que se unieron a su iniciativa de quedarse en los aledaños de Lasesarre, en este caso tras una Tribuna Norte blindada por la Ertzaintza, se encargaron de ponerle la banda sonora al derbi. Con apenas un altavoz para seguir el partido, se dedicaron a animar como si ese fondo fuese el de Polideportivo. El himno cantado a capela desde dentro y desde fuera justo antes de que saltase el equipo al césped fue un momento espectacular. Cantos y coros para que el equipo sintiese cerca a los que estaban y a los que no. Todos a una.
Y falta que iba a hacer ese empuje anímico. Tanto para empujar en una primera parte sensacional como, sobre todo, capear el temporal en un segundo acto en el que la amenaza de naufragio estuvo latente. Cuando las piernas y los pulmones no daban más de sí, la afición puso el corazón. Por ejemplo, para detener los balones que le llegaban a San Fernando Pacheco. O para empujar hasta la red el disparo de Manu García que suponía medio ascenso cuando la tragedia se mascaba en el ambiente. Un vitoriano tenía que ser el que abriera la puerta del ascenso. Y, como no podía ser de otra manera, la gran fiesta del alavesismo concluyó de la mejor manera posible. Dentro y fuera de Lasesarre corearon aficionados y jugadores a unísono: “¡Este año sube el Alavés!”.