vitoria - Quizá para cualquier otro club del mundo celebrar por todo lo alto un subcampeonato europeo como ayer lo volvió hacer el Deportivo Alaves podría ofrecer la sensación de equipo menor, inconformista ante la debilidad o necesitado de aferrarse a un éxito no conseguido para sujetar los cimientos de su presente. Pero nada más lejos de la realidad. Lo que ayer volvió a celebrar el alavesismo fue eso que alguien hace 15 años bautizó como el espíritu de Dortmund, una forma de querer a un club por encima del resultado y un síntoma de fidelidad a unos colores a los que, en parte, contribuyeron los héroes de aquella gesta. Aquel 16 de mayo de 2001, el Glorioso plantó cara en Alemania al todopoderoso Liverpool hasta que las piernas y el alma no dieron más de sí. Y aún y todo, solo la mala suerte privó a los babazorros de la gloria. Por aquella forma de afrontar la adversidad, el club volvió a rendir un sentido homenaje a su equipo. “Los putos amos” que bañaron en oro la historia del Alavés, como gráficamente explicó uno de los aficionados que por la mañana acudieron al museo del campo para recibir a los jugadores. Lamentablemente no estuvieron todos ni mucho menos. Hubo llamativas ausencias como la de Pablo Gómez, el único vitoriano de aquel equipo, o el propio Mané, y otras más comprensibles como las del clan de los argentinos (Martín Herrera, Desio y Astudillol), pero al final sí hubo una representación de jugadores además de varios miembros del cuerpo técnico y asistentes de aquel plantel. Así, ataviados todos con bufandas albiazules, pudo verse a Karmona, Sarriegi, Gañán, Kike Burgos, Contra, Jorge Azkoitia, Oscar Agüero, Pipo, o Angel Garitano, Ondarru, entonces segundo entrenador de Mané. Y también a Alberto Garmendia (técnico de porteros), Manu Goinechea y Jesús Gaisán (médico), Agustín Abascal (delegado) o Luis Javier Borro (utillero).