vitoria - En sus últimos compromisos, el Deportivo Alavés ha transmitido una sensación de agotamiento preocupante. No tanto en el aspecto físico, en el que ha seguido mostrando su intensidad y fortaleza habituales, como en el estrictamente futbolístico. El plantel albiazul se ha mostrado incapaz de poner sobre la mesa recursos con los que tratar de desarbolar al adversario de turno y, como consecuencia de ello, ha tenido que conformarse con el empate como mal menor en la mayoría de los casos. Una sucesión de resultados menos positivos de lo que se esperaban que le ha hecho perder cierto pulso en la pelea por el ascenso. Bien es verdad que sus perseguidores también han encadenado tropiezos imprevistos y no han logrado darle la caza pero no menos cierto es que, en estos momentos, la escuadra babazorra se encuentra en un punto en el que no puede permitirse nuevos errores si no desea poner en serio peligro el salto directo a la Primera División a la conclusión del ejercicio.
Para tratar de buscar una explicación a la paulatina caída de la capacidad futbolística vitoriana, conviene echar un vistazo a los números del equipo hasta el momento y compararlos con los de sus contrincantes. De manera inmediata, surge un dato que llama poderosamente la atención. Y es que nada menos que diez jugadores de la plantilla acumulan ya en sus piernas más de 2.000 minutos de juego. Un grupo en el que perfectamente podríamos incluir al undécimo, que se queda a las puertas mismas de esa frontera (Dani Pacheco suma 1.938). Esto supone que son los encargados prácticamente de manera sistemática de saltar al césped cada domingo sin que cuenten con relevos que puedan oxigenarlos en momentos de necesidad o bajos estados de forma.
Porque la primera consecuencia directa de esto es que los otros inquilinos del vestuario local de Mendizorroza deben conformarse con una presencia meramente testimonial en las alineaciones de José Bordalás. Únicamente Manu Barreiro, con 1.184 minutos de juego, y Dani Estrada, con 952 pero en apariencia definitivamente condenado al ostracismo en los últimos tiempos, han logrado sacar mínimamente la cabeza. Los demás, cuentan con cifras de participación casi irrisorias a estas alturas de la competición.
Esta acumulación de esfuerzos concentrada en un pequeño grupo de jugadores llama todavía más poderosamente la atención si se compara con lo que sucede en otros conjuntos de la categoría de plata. Y es que ningún otro se acerca, ni de lejos, a los guarismos de El Glorioso. De hecho, lo habitual es que sean cinco o seis futbolistas como mucho los que hayan alcanzado a estas alturas de la temporada los 2.000 minutos de juego y que, por detrás, un grupo amplio comparta una cifra importante de participación. Es el caso, por ejemplo, de Legnés (ocho pasan de los 2.000 minutos pero diecisiete lo hacen de los 1.000), Zaragoza (siete y catorce respectivamente) o Valladolid (seis y catorce).
Manta corta o mal utilizada Algo que no sucede en Vitoria y que, evidentemente, puede ser una de las causas del bache de juego y resultados por el que está atravesando el equipo. Ahora bien, ¿cómo se ha llegado a esta situación? Hay dos argumentos fundamentales para explicarlo. El primero es que el club confeccionó en verano una plantilla mal diseñada y poco equilibrada en la que existe mucha diferencia entre el nivel de unos jugadores y el resto. El otro, apunta directamente a la gestión que José Bordalás ha realizado del vestuario a lo largo de todo el curso. El entrenador alicantino ha depositado su confianza abiertamente en un muy reducido grupo de futbolistas y es a ellos a quienes ha concedido la responsabilidad de llevar a la escuadra de Mendizorroza de regreso a Primera División. Es decir, la manta albiazul es corta o está mal utilizada.
Lo que es seguro es que, a estas alturas del campeonato, la situación no va a cambiar significativamente. Eso supone que van a tener que ser los elegidos por Bordalás quienes continúen cargando con el peso de del equipo en las siete jornadas que restan por disputarse. Así pues, aunque la carga de minutos pese cada vez más en sus piernas y cabezas, deberán encontrar la fórmula para refrescar ambas y poder saldar con éxito el desafío del ascenso.