Pamplona - El Deportivo Alavés se metió ayer durante veinte minutos, los que fueron del 25 al 45, en un museo de los horrores muy peculiar en el que se quedaron sus opciones de imponerse a Osasuna. Justo después del gol de Raúl García que hacía estallar la ilusión de toda la masa albiazul desplazada a Pamplona llegaría el hundimiento de un equipo que acabó tocando fondo por culpa de unos graves errores defensivos que se vinieron a añadir a un nuevo arbitraje tremendamente dañino. De la conjunción de esos dos factores sacó claro provecho un Osasuna que apenas unos minutos antes había visto ponerse el partido tremendamente cuesta arriba. Poco después, tenía la victoria resuelta.
La vista del alavesismo se giró ayer, una vez más, hacia el colegiado. En realidad, en los últimos tiempos tampoco se ha desviado demasiado el objetivo de la labor del colectivo arbitral. La sensación de que el rasero con el que se mide a este Glorioso no es el mismo que se utiliza con los contrincantes la amplió todavía más González Fuertes. Dos amarillas a Mora y un penalti del madrileño que, siendo suaves, fueron tremendamente rigurosos supusieron el desencadenante del hundimiento vitoriano. Pero la queja por estas dos acciones que fueron definitivas se amplificó todavía más cuando, al borde del descanso y con 2-1, el colegiado asturiano no expulsó a Berenguer por una patada sin balón a Manu García que precedió al tercer gol osasunista.
Que González Fuertes fue determinante es innegable, pero a la zaga albiazul hay que achacarle también buena parte de las culpas de la derrota en El Sadar. Los problemas fueron evidentes desde los primeros minutos, sobre todo por el costado de un Dani Estrada que fue atacado una y otra vez con gran productividad para los osasunistas. La expulsión de Mora viene, en gran lparte, propiciada por los problemas del lateral. Pero, además, los dos centrales vivieron en Pamplona una matinal aciaga. El segundo gol es el ejemplo perfecto de loq ue no le puede pasar a un equipo que juega en inferioridad. Algo parecido al tercero. Veinte minutos en el museo de los horrores que fueron mortales.