Vitoria - El Almería está sufriendo en carnes propias la dureza del regreso a Segunda División tras haber paladeado la máxima categoría del fútbol estatal. Es el mismo deporte, pero es completamente diferente. En Primera están los mejores, pero la competitividad en la Liga Adelante es exacerbada. Igualdad es la palabra a la que recurren todos los entrenadores y especialistas en la categoría de plata para calificarla. Las diferencias solo lo son sobre el papel de una clasificación. Sobre el césped, todos son iguales. Por eso acertar en las apuestas resulta exageradamente complicado. El cuadro almeriense, recién descendido y con un músculo económico muy superior al de todos sus rivales, fue por todos catalogado como el gran aspirante al ascenso. Por desgracia para los andaluces, lo que cuenta es la realidad y no las expectativas. Y su esfuerzo en este último tramo de la temporada será por salvarse de la quema de un nuevo descenso consecutivo y no por regresar inmediatamente a Primera.

Lo que puede entenderse como una situación de lo más extraña, ese doble descenso, no lo es tanto cuando se recurre a la historia. En las últimas quince temporadas, Racing, Tenerife y Rayo Vallecano ya han sufrido esa experiencia catastrófica de la que ahora pretende escaparse el Almería. Por comparar, a lo largo de estas tres últimas décadas solo once equipos han conseguido regresar a Primera en la temporada inmediatamente posterior a su descenso. Y eso a pesar de contar con una ayuda económica de la Liga de Fútbol Profesional extraordinaria para poder hacer frente a estructuras deportivas que resultan insoportables en Segunda División.

En el Estadio de los Juegos Mediterráneos se mantuvo un importante bloque de futbolistas que ya militaban la pasada campaña en el cuadro rojiblanco (Míchel Macedo, Vélez, Dubarbier, Soriano...) y el club andaluz fichó a la carta de entre lo más destacado de los últimos años en la Liga Adelante que no tenía espacio en la máxima categoría (Casto, Morcillo, Lolo Reyes, Iago Díaz, Montoro, Eldin...). Incluso no hubo dudas a la hora de invertir fuerte en traspasos para abonar medio millón de euros al Manchester City por Pozo y otro tanto al Betis por Chuli. También el Alavés sufrió esa superioridad económica de los almerienses, ya que en la última jornada del mercado veraniego se quedó sin Reyes al recibir el mediocentro chileno una oferta que se encontraba incluso por encima de los 400.000 euros que tenía firmados con el Betis.

Precios fuera del mercado para buscar una plantilla de mucha calidad, pero una colección de jugadores con talento no hace por sí sola un equipo competitivo. Demasiada figura al servicio de Sergi Barjuan y muy poco obrero. Consecuencia, un equipo excesivamente blando que comenzó a penar desde muy pronto la dureza de la categoría.

Por si fuera poco, la figura de Sergi ya estaba quemada de antemano. Apostar por el entrenador con el que se había consumado el descenso, por mucho que no fuese su responsabilidad, resultó una temeridad. La confianza de la afición estaba ya socavada y los malos resultados del arranque del curso se lo llevaron por delante tras la séptima jornada, habiendo sumado solo ocho puntos.

Mientras sondeaba en el mercado todos los nombres posibles, el Almería echó mano del técnico del filial Miguel Rivera, incapaz de enderezar el rumbo al sumar un empate en dos partidos. Lejos de apostar por un técnico de referencia y experiencia en la categoría, la contratación de Joan Carrillo sorprendió a propios y extraños. Nueve encuentros duró un entrenador que no fue capaz de conseguir ni una sola victoria y que solo sacó seis puntos en su periplo.

Los rectores almerienses aprovecharon el mercado invernal para realizar un nuevo cambio en el banquillo, apostando por un personaje de renombre en el fútbol como Néstor Gorosito. Ocho puntos ha conseguido el argentino en los seis partidos que lleva al frente del cuadro andaluz, que sigue anclado en el peligro de la zona de descenso. La carrera de los almerienses, alejadas ya las ínfulas del ascenso, es ya por evitar la segunda pérdida de categoría consecutiva y, con ella, la ruina económica. Salvar la plaza en el fútbol profesional es una guerra a vida o muerte en la que el conjunto andaluz ni de lejos esperaba estar. Y es que el descenso de la máxima categoría siempre es contraproducente, pero no es nada comparado con caer al abismo de la Segunda División B.