Miranda de Ebro - Las intervenciones decisivas que realizan los porteros no quedan computadas en ninguna estadística, ya que lo único que se valora son los goles que encajan. En este segundo apartado, Fernando Pacheco presenta, por el momento, el segundo mejor registro de la temporada -Serantes, del Leganés, es el que menos tantos ha recibido con todos los partidos jugados-, pero de lo que no hay duda es de que es el mejor cancerbero de la Liga Adelante al haber dado a su Deportivo Alavés una importante cantidad de puntos con sus paradas. En el último mes llevaba una racha sensacional con la única mácula del tanto encajado en la visita al Oviedo, pero el extremeño estuvo ayer mayúsculo con su mejor partido de la temporada, que le vale el acceso directo y por méritos propios al santoral alavesista. Si finalmente se acaba consiguiendo el ascenso a Primera División, el portero formado en el Real Madrid será recordado como uno de los grandes artífices de dicho éxito. Y es que situarse como uno de los mejores bajo palos en la historia del club es algo que ya se ha ganado merced a su sensacional rendimiento de este curso.

Si El Glorioso pudo regresar a Vitoria con un punto en la mochila fue, sobre todo, gracias al estado de gracia por el que atraviesa Pacheco. Hasta un mínimo de cinco intervenciones determinantes firmó el extremeño. Por arriba, por abajo y, sobre todo, en un par de manos a manos en los que estuvo salvador. Una y otra vez, el Mirandés se topó contra un muro infranqueable. Mención especial para Alain Oyarzun, que seguro que no pudo dormir al rememorar las tres claras ocasiones en las que se topó con el portero extremeño, tocado por la varita mágica.

Una vez más, Pacheco consiguió dejar su portería a cero. Y no fue en esta ocasión por falta de oportunidades del rival. Ni mucho menos. Su trabajo, como ya pasó ante Huesca, Oviedo y Llagostera, fue determinante. Suele ser la de los guardametas una labor que no se destaca, pero en este caso es inevitable. Una vez más, Pacheco se transformó en San Fernando. Y sus paradas, que en ninguna estadística quedan computadas, tienen tanto valor como los goles de sus compañeros.