Vitoria - El Deportivo Alavés se encuentra ya sumido en una segunda vuelta al calendario en la que sabe que gran parte de sus opciones de éxito pasarán por hacerse fuerte en Mendizorroza. Ha mantenido el cuadro albiazul una constancia casi permanente cuando le ha tocado ejercer como local, aunque el verdadero salto que le ha llevado al frente de la clasificación ha sido su excepcional rendimiento como visitante. Ahora buscará el equipo de José Bordalás una nueva vuelta de tuerca en el estadio del Paseo de Cervantes, ya que mantener los hasta ahora excelsos registros a domicilio parece bastante complicado, más aún cuando se tiene que rendir visita a todos los rivales directos. Como contrapartida, son mayoría los equipos de la zona baja que todavía tienen que desplazarse a Vitoria y del éxito en esos partidos dependerán, en buena parte, las opciones de ascenso de este Glorioso.

El Alavés ya vivió ante el Huesca un partido de sufrimiento extremo estirado hasta el último segundo. Y la previsión es que la mayoría de partidos en Mendizorroza van a discurrir por un camino semejante. Son muchos los equipos de la zona baja los que tienen compromiso fijado para la segunda vuelta en Vitoria y puntuar en el campo de uno de los mejores equipos de la Liga Adelante, en estos momentos del líder, siempre supone un valor añadido. A ello se une el estado de necesidad por el que atraviesan esos clubes que se encuentran dentro o cerca de la zona de peligro. A partir de ahora, resultados que hace unos meses podrían haberse considerado como sorprendentes entran dentro de la normalidad. Y es que, en situaciones límite hay conjuntos que son capaces de sacar lo mejor de sí mismos y ganar a cualquiera. Bien lo sabe el Alavés de su experiencia de hace dos temporadas, cuando resucitó de entre los muertos venciendo donde parecía impensable.

La previsión de tener que afrontar muchos partidos tremendamente trabados en el estadio del Paseo de Cervantes ya es asumida por el alavesismo. Se va a encontrar El Glorioso con muchos rivales que vengan a cerrarse y no dejar jugar. Y ese estilo es el que más problemas ha dado al equipo de Bordalás, al que le cuesta llevar el peso de los partidos y generar peligro cuando no encuentra espacios.

Todavía nítido en la retina está el ejemplo del Huesca, un equipo que mereció puntuar en su visita a Vitoria y que puso en serios apuros a los albiazules. Todo el mundo está sobre aviso y, por eso mismo, la clasificación se desprecia. Que el domingo venga el peor visitante de la categoría no quiere decir nada. Y más aún cuando los precedentes ante el Llagostera son nefastos.

El equipo catalán solo ha sacado un punto lejos de Palamós en lo que va de temporada. Un empate en el derbi con el Girona es todo su bagaje. Y solo ha marcado cinco goles como visitante. Eso sí, salvo alguna excepción, sus partidos siempre han sido muy cerrados, con marcadores ajustados y teniendo casi siempre opciones de puntuar.

El propio Alavés ya sabe lo que es sufrir en sus carnes al Llagostera. Por muchos condicionantes que tuviese el partido de la primera vuelta, que los tuvo, la derrota fue rotunda. Y entonces no se pudo desactivar la defensa contumaz y el juego directo de los catalanes, que ya fueron capaces de puntuar en Vitoria la pasada temporada haciendo gala de un sistema de contención inexpugnable que tratará de repetir de nuevo mañana al tiempo que, echando mano de sus nuevas incorporaciones, buscará el gol a la contra.

Ante semejante panorama, la clave alavesista pasará de nuevo por dejar la portería a cero y aplicar paciencia a su ataque. A partir de ahora, asumir que los partidos duran algo más de noventa minutos es un factor fundamental. Mantener el liderato obliga a ganar casi siempre, sobre todo el casa. Y el paso de los minutos siempre va en contra de ese equipo que tiene la necesidad de sumar de tres en tres.

Tras superar el examen ante el Huesca, El Glorioso continúa ante el Llagostera la serie de pruebas ante los rivales de la zona baja que tiene que afrontar en la segunda vuelta y de cuyo éxito dependerá, en gran parte, poder mantener la situación actual de privilegio que se ostenta actualmente.