Santa Cruz de Tenerife - El Deportivo Alavés es un equipo que ya ha demostrado que tiene que ir al límite para marcar diferencias con sus rivales. Y, por esa misma razón, planteamientos como el de ayer resultan tan extraños. Ante un rival como el Tenerife, muy inestable en lo anímico, se esperaba una de esas salidas furibundas del equipo vitoriano. Como la que se vio en Lugo, donde los albiazules acribillaron al cuadro gallego con una presión muy adelantada que fue espectacular. En cambio, José Bordalás optó por una versión mucho más conservadora, con muchos elementos en el centro del campo y sin agobiar tanto al rival con una presión adelantada. Cierto es que en Lugo el resultado final fue el mismo que ayer, la derrota. Pero entonces la misma llegó por asumir unos riesgos muy importantes y a pesar de disfrutar de un sinfín de oportunidades, mientras que en esta última comparecencia la sensación que dejó el equipo fue de haber podido poner mucha más carne en el asador. O, al menos, algo de chicha, ya que el partido fue un desierto casi absoluto en el plano ofensivo con una sola ocasión de peligro.
Bordalás quiso cortocircuitar el juego del Tenerife poblando de piernas el centro del campo y potenció el trabajo defensivo con un equipo mucho más replegado que de costumbre y solo con Toquero muy adelantado. La idea, a expensas de cazar alguna oportunidad suelta como la que Femenía tuvo al borde del descanso, era aguantar el arreón local y sacar en el tramo final a sus futbolistas de más calidad para tratar de buscar la victoria.
El planteamiento se vino de nuevo abajo por la inseguridad defensiva de un equipo que no falla mucho pero que ve castigado casi todos sus errores. Ayer de nuevo llegó el fallo por una banda derecha en la que Estrada demostró otra vez que atrás sufre mucho. Eso sí, no fue el guipuzcoano el único culpable ya que la tarde de todo el equipo fue de las de olvidar.
A partir del gol local, la reacción ni siquiera hizo acto de asomarse. Con Dani Pacheco y Barreiro ya sobre el césped llegaron los mejores minutos del Tenerife. Si la primera parte de la ecuación de Bordalás fracasó tras el tanto de Pedro Martín, la segunda, la del desenfreno final en busca de la portería rival tras haber regalado muchos minutos, ni siquiera se atisbó.