Vitoria - Este martes, 29 de septiembre, hace exactamente cien días desde que José Bordalás pisó por primera vez Mendizorroza como inquilino del banquillo local. 2.400 horas que le han permitido dejar su sello en El Glorioso y en las que ha tenido que lidiar ya con más de un asunto delicado. Transcurrido el periodo de gracia que tradicionalmente se les concede a los responsables públicos, es el momento de examinar al entrenador alicantino.

Calma tras la tormenta

El pasado es una losa -más o menos pesada en función de los actos de cada uno- que el ser humano debe acarrear y, en ocasiones, influye inevitablemente en el presente. Precisamente por ello, los primeros momentos de José Bordalás en el Alavés no fueron precisamente sencillos. El técnico fue el elegido para comandar la nave albiazul tras no llegar a buen puerto las negociaciones con José Luis Mendilibar y Gaizka Garitano pero su elección reabrió heridas recientes en el alavesismo. Y es que aún estaba muy fresca en el recuerdo la polémica vivida la temporada anterior tras la visita del Alcorcón a Mendizorroza y el duelo de la segunda vuelta disputado en Santo Domingo. Entonces el técnico no dudó en acusar a Alberto y sus jugadores de llorar “como nenas” para tratar de conseguir el favor arbitral. Declaraciones que, unidas a la dureza empleada por el cuadro pepinero, encendieron una polémica que tardó mucho en apagarse. Probablemente por eso, la primera comparecencia pública del entrenador trató de ser conciliadora a más no poder y buscó la reconciliación con la que a partir de entonces se iba a convertir en su afición.

Voz clave en las llegadas

Tras este acercamiento inicial, llegó el momento de comenzar a diseñar la temporada y desde el kilómetro cero quedó claro que su voz iba a tener mucho peso en la confección de la nueva plantilla. De esta manera, intervino directa o indirectamente en todas las operaciones que se llevaron a cabo desde la secretaría técnica del Paseo de Cervantes. Como consecuencia, se formó un equipo a su imagen y semejanza en el que la gran mayoría de los fichajes había coincidido con él en épocas pasadas y conocía su método de trabajo. En definitiva, el club apostó por él y le dotó de los argumentos necesarios para que pudiera desarrollar de la mejor manera su estilo. Sin embargo, este elevado intervencionismo desde el banquillo comenzó a generar los primeros roces con Javier Zubillaga, diferencias que no tardaron en trascender al ámbito público con las declaraciones de ambos.

Fichajes frustrados

Tras una pretemporada no excesivamente brillante en la que se generaron más dudas que esperanzas, la visita a Huesca dio comienzo a la temporada de manera oficial y la ilusión regresó con las dos victorias consecutivas ante el combinado oscense y el Oviedo. Sin embargo, inmediatamente después, tuvo lugar uno de los momentos más complicados para Bordalás desde que comanda el conjunto vitoriano. El 31 de agosto se cerraba el mercado estival de fichajes y el preparador alicantino aguardaba la llegada de los tres refuerzos que había solicitado días atrás para poder dar “el salto de calidad” que necesitaba el equipo. De hecho, en la rueda de prensa posterior al triunfo sobre el Oviedo, confirmó la prácticamente segura llegada de Lolo Reyes. Pero a las doce de la noche del día siguiente concluyó el plazo para poder incorporar jugadores sin que el Alavés añadiese futbolista alguno a su nómina.

Una falta de movimientos que provocó el monumental enfado del alicantino. Fiel a su estilo, no se contentó con lavar los trapos sucios en casa y trasladó su descontento públicamente lanzando varios dardos envenenados a los responsables de la entidad de Mendizorroza. De esta manera, no le tembló la voz para dejar claro que el equipo se vería obligado a rebajar sus objetivos para este curso ante la evidencia de que no habían llegado las incorporaciones que habrían podido ayudar a pelear por los puestos de honor. En esta misma línea, no se cansó de lamentar el hecho de verse obligado a afrontar una competición tan exigente como la Segunda División con una plantilla muy corta de efectivos.

Y precisamente este argumento volvió a colocarlo en el ojo del huracán por utilizar a alguno de sus jugadores como ariete en su particular cruzada verbal con la secretaría técnica. Así, realizó una poco elegante distinción entre los integrantes del vestuario al asegurar públicamente que únicamente contaba con 18 jugadores en la plantilla más dos “del filial”. Esos dos en cuestión son Einar Galilea y Sergio Llamas quienes pese a que oficialmente compiten con licencia del segundo conjunto albiazul son a todos los efectos integrantes del primer equipo desde el ejercicio anterior en el que, además, ya ofrecieron sobradas muestras de su calidad.

Este ha sido, sin duda, uno de los principales patinazos de Bordalás desde que llegó a Vitoria aunque, a la hora de la verdad, ha terminado concediendo minutos de juego -bien es verdad que bastante obligado también por las circunstancias- a ambos canteranos. Sus palabras, en cualquier caso, recibieron igualmente la rápida respuesta pública de Javier Zubillaga. El director deportivo albiazul, sin desatar en este primer cruce de diferencias una guerra nuclear, sí marcó con firmeza las posiciones de ambos y conminó al alicantino a centrarse en sacar el máximo rendimiento de los recursos de que disponía.

Respaldo firme del club

Con las expectativas disparadas por el pleno de seis puntos en los dos primeros compromisos del campeonato, la visita al Llagostera de la tercera jornada de Liga se transformó en un inesperado jarro de agua fría que, además, desató un terremoto de fuertes proporciones con El Glorioso como epicentro. El equipo vitoriano salió trasquilado de Palamós. Y no precisamente porque encajara su primera derrota del curso. De hecho, firmó una actuación más que correcta y estuvo muy cerca de puntuar pese a las adversas circunstancias en las que tuvo que competir.

Precisamente fueron esos condicionantes los causantes del seísmo posterior. El Alavés acabó el encuentro con nueve jugadores como consecuencia de la desastrosa actuación del colegiado que, además, castigó al conjunto albiazul con un penalti inexistente que supuso el primer tanto del Llagostera y la tarjeta roja para Carpio. Un grave perjuicio que, a priori, estaba destinado a quedarse en una mera y triste anécdota pero que la entidad del Paseo de Cervantes convirtió en una afrenta propia del inicio de una guerra.

Un conflicto que inició Bordalás con sus duras manifestaciones a la conclusión de los noventa minutos y que posteriormente enarboló el club con un comunicado firmado directamente por el presidente Alfonso Fernández de Trocóniz. En el ojo del huracán desde hace tiempo por la supuesta dureza de sus equipos y la máxima intensidad -tanto en el juego como en la protesta- con la que se emplean sus jugadores, el preparador alicantino quiso elevar la voz a las primeras de cambio para tratar de evitar que esta situación se cobrase nuevas y caras facturas en el futuro a corto y medio plazo. Una iniciativa que fue secundada y ampliada de inmediato por los máximos responsables del club, quienes remitieron una contundente queja al responsable del estamento arbitral mostrando su absoluta disconformidad con lo sucedido ante el Llagostera y exigiendo medidas al respecto. Desde entonces, el tema arbitral ha quedado en un segundo plano.

Sin una línea definida

En lo estrictamente futbolístico, este Deportivo Alavés de José Bordalás todavía se encuentra a la búsqueda de una línea de actuación definida. Hasta el momento, el conjunto de Mendizorroza ha ofrecido demasiados altibajos alternando jornadas de máxima intensidad y tomando la iniciativa desde el pitido inicial con otras en las que su comportamiento se ha parecido bastante más a un encefalograma plano.

De esta manera, resulta aún complicado valorar el grado de eficacia de la propuesta implantada por el preparador alicantino puesto que no ha sido capaz de llevarla a cabo de manera continuada. Lo que al menos sí se ha puesto de relieve es que el equipo es capaz de conservar con solvencia las ventajas que adquiere y cuando se pone por delante en el marcador resulta muy complicado que el adversario de turno pueda darle la vuelta. Como cara opuesta de esta misma moneda, también resulta evidente la dificultad que encuentra para generar juego desde la zona ancha y someter a su rival si no es capaz de poner el choque a su favor en el tramo inicial del mismo.

Confianza en unos pocos

Como colofón a este análisis de los primeros 100 días de Bordalás al frente del Deportivo Alavés, resulta obligado constatar varias evidencias. La primera, que se trata de un entrenador que en absoluto rehúye el cuerpo a cuerpo. Ni sobre los terrenos de juego ni delante de los micrófonos, donde no tiene el más mínimo reparo en mostrar abiertamente sus puntos de vista o tratar de aprovechar las comparecencias públicas para tratar de conseguir algún tipo de ventaja.

Otra, que el técnico alicantino gusta de trabajar con un grupo en el que deposita su máxima confianza y al que resulta complicado incorporarse si no se entra de inicio en él. En el ámbito técnico, por ejemplo, llegó a Vitoria acompañado por su grupo de trabajo habitual, que es con quien lleva a cabo toda la planificación de la temporada. Y en lo que respecta a la gestión del vestuario, Bordalás ha optado hasta el momento por repartir la mayoría de minutos entre un grupo muy reducido de jugadores. Pese a disponer de una plantilla corta de efectivos, son varios los futbolistas que están teniendo por ahora un papel completamente residual y que no parece que vayan a disponer tampoco de demasiadas oportunidades en el futuro. Ganarse la confianza del máximo responsable del banquillo del Deportivo Alavés no es sencillo.