Vitoria - Más allá de los resultados, José Bordalás ya tiene sobre su mesa el primer problema de cierta gravedad de la presente temporada. La defensa del Deportivo Alavés, el cimiento sobre el que el técnico alicantino quiere asentar su proyecto, no está ofreciendo muestras de solidez en un arranque de curso en el que el entramado de contención está siendo perforado con excesiva facilidad. La evidencia más clara es el partido del pasado sábado contra el Mirandés, que campó a sus anchas ante una zaga completamente desquiciada. El sufrimiento albiazul ante los burgaleses fue extremado y la goleada bien pudo haber sido de escándalo, pero ya con anterioridad lo había pasado mal El Glorioso a la hora de frenar las acometidas de los rivales. Tanto es así que con los ocho goles que ha encajado, el equipo vitoriano es uno de los más goleados de la Liga Adelante. Un inasumible coladero al que hay que poner un tapón cuanto antes.
Más allá del partido contra un Oviedo que apenas inquietó, el Alavés ha sufrido mucho cuando ha tenido delante a rivales que han buscado el juego directo a las espaldas de los laterales y a los espacios entre estos y los centrales. Ya en Huesca en la primera jornada se sufrió mucho en este aspecto y una situación similar, agravada aún más por el hecho de jugar con dos hombres menos, se tuvo que padecer ante el Llagostera. Eso sí, el más claro ejemplo se pudo vivir el pasado sábado ante un Mirandés que trajo por la calle de la amargura a Mendizorroza con los desplazamientos en largo buscando la movilidad de Lago Junior. El delantero volvió locos a Víctor Laguardia y Sergio Pelegrín y, además, se vio muy bien acompañado por las incorporaciones desde la segunda línea de los Sangalli, Néstor y Álex García, que no encontraron oposición para llegar hasta el área con comodidad. Y es que el equipo de Terrazas, aprovechando a la perfección los fallos vitorianos, marcó tres goles, pero la cantidad pudo ser mucho mayor de haber tenido un poco más de acierto para resolver situaciones en las que los atacantes estaban en franca ventaja para rematar.
La descoordinación de la zaga alavesista fue evidente en muchas acciones, así como la soledad de los dos centrales, en muchas ocasiones vendidos ante los rivales por la falta de ayudas. Es evidente que los engranajes defensivos no están todavía engrasados hasta el punto de que toda la zaga se mueva al compás y el trabajo de Bordalás en los entrenamientos tiene que caminar en el sentido de mejorar esa compenetración entre todos los elementos de esa zona. También en mejorar los argumentos de contención cuando el rival, para evitar la presión adelantada, opta por el desplazamiento en largo. Una variante que está generando muchos problemas a un equipo que, precisamente, brilla siendo muy vertical en su ataque.
Los ocho tantos encajados arrojan una media de dos goles recibidos por partido, una cifra inasumible para cualquier equipo y que coloca al Alavés entre los peores equipos de la Liga Adelante en este apartado. Precisamente, esa endeblez, la misma que le acompañó en muchas etapas de las dos temporadas precedentes, ha propiciado que no se saque mucho más provecho a la capacidad ofensiva de un equipo que maneja unos notables registros en ataque. Son siete las dianas conseguidas y solo un partido sin perforar la meta rival. Y, más allá del acierto en los remates, siendo El Glorioso un equipo con mucha capacidad para generar ocasiones. Así lo demostró también contra el Mirandés, donde le falló la puntería. Aunque el verdadero debe hay que encontrarlo en el inasumible coladero en el que se convirtió el entramado defensivo.