vitoria - “Hacemos contratos cortos porque el jugador tiene que estar apretado y no venir relajado”. Palabra de Javier Zubillaga, director deportivo del Alavés. Lanzada la pasada temporada a estas mismas alturas del verano y repetida esta misma semana en su primera comparecencia pública desde que el equipo concluyó de manera oficial la temporada en Las Palmas. Mensajes que entrañan tantas interpretaciones como prismas desde el que se los mire y que suscitan un interesante debate que enfrenta, de un lado, al propio Deportivo Alavés y, de otro, al jugador y su entorno. Expuesta sobre el tablero la idoneidad o no de ceñirse a una filosofía de contratos cortos con un año de vigencia como la que de un tiempo a esta parte viene asumiendo el Alavés -con una opción para un segundo en el mejor de los casos-, este periódico ha querido bucear en la trastienda de este tipo de negociaciones para tratar de obtener una radiografía lo más real posible en una operación de difícil encaje cuando se enfrentan oferta y demanda. ¿Tiene más ventajas que inconvenientes, o viceversa, ofrecer solo un año de contrato a un jugador?
Hasta cuatro representantes con intereses en Primera y Segunda División, como parece lógico deducir, detectan más problemas que beneficios a este tipo de estrategias, si bien uno de ellos reconoce abiertamente que la práctica implementada por el Alavés es cada vez más habitual en Segunda, donde la igualdad es cada vez mayor y donde es posible asegurar sin temor a equivocarse que al menos doce equipos tendrán la próxima temporada opciones de meterse en el play off de ascenso. Cabe recordar en este sentido que la modesta Ponferradina no lo hizo la pasada campaña por un solo gol en la última jornada.
¿mayor rendimiento? Por tanto, en este contexto de máxima igualdad y estrecheces económicas, sí parece un factor determinante para un club como el Alavés no querer firmar contratos de dos o más años de duración para blindarse en el área económica y evitar así una dolorosa hipoteca en el futuro, como le ocurrió al club durante la nefasta gestión que Piterman hizo de esta cuestión, con acuerdos de tres y cuatros años que nunca pudo asumir. También parecería lógico, con todas las reservas del mundo, eso sí, compartir el mensaje que el jueves lanzó Zubillaga al respecto del rendimiento de un jugador en función de la duración de su contrato. Será máximo si viene solo para un año y del 60% si es más, entiende el director deportivo, que añade: “Le haría un contrato largo solo al jugador que es muy profesional y competitivo que cada temporada quiere ganar más. En Segunda, si das dos años a un jugador, igual el primero empieza relajado (...). Con el que no tenemos esa confianza le ofrecemos un año; con el que confiamos que se lo puede ganar, le damos un 1+1 y al que le damos dos es porque existe el convencimiento de que va rendir desde el primer día”, explicó ante los medios de comunicación.
Entonces, pregunta un representante, “¿qué tipo de jugadores pretendes fichar o renovar si ya les estás diciendo de antemano con esa oferta de un año que no confías en ellos? ¿Dónde está tu apuesta por el jugador?, ¿sabes realmente qué condicionantes le pueden influir, además del fútbol, para que se merezca venir a Vitoria, los has seguido con detalle?”.
Como ejemplos más recientes de las consecuencias que está generando esta forma de negociar tan conservadora se encuentran los casos de Unai Media y Dani Toribio, que rechazaron la opción de continuar en Vitoria para proseguir con sus carreras en el Numancia y el Alcorcón por una cuestión de confianza. Tres años en el caso del lateral derecho y dos en el del alicantino. También el vitoriano Igor Martínez estuvo cerca de regresar al club donde debutó en el fútbol profesional, sin embargo la oferta que su agente recibió desde Mendizorroza desilusionó sobremanera al media punta, que puso tierra de por medio y firmó por el Lugo de Luis Milla por tres temporadas. Marco Sangalli, cuyo rendimiento este año no ha estado a la altura, se desligó de su club de procedencia, la Real Sociedad, y firmó el viernes por el Mirandés. Dos años de contrato. Los mismos que el Asteras Tripolis griego le ha ofrecido a Manu Lanza, centrocampista exquisito que estaba “dentro de las opciones” del nuevo Alavés, según reconoció Zubillaga. Ejemplos si cabe más palmarios cuando se alude a la confianza hacia un jugador son los que representan dos canteranos del Glorioso que el año pasado se marcharon al Athletic de Bilbao al no llegar a un acuerdo con Javier Zubillaga. Fueron Mikel Vesga y Ander Alday, firmados por cuatros años el primero y 3+1 el segundo.
ni confianza ni proyecto A esa falta de confianza que trasladarían los contratos más conservadores se une otro elemento “fundamental” para los representantes consultados como es la falta de un proyecto a corto plazo y las pocas opciones que tiene el club de mejorar su cuenta de resultados con un hipotético traspaso en el caso de que uno de tus jugadores explote y suscite el interés de otros clubes al final de temporada, como ocurrió con Borja Viguera. El Athletic pagó la cláusula del jugador (un millón de euros) y éste puso rumbo a San Mamés. “La operación fue de manual, muy buena para el Alavés”, resuelve uno de estos agentes. Sin embargo, con 14 bajas como las que este año ha dado el Alavés y los deseos que hace poco trasladó Josean Querejeta de “ser mucho más ambiciosos” para el curso que viene, el nivel de acierto en los fichajes que el club deberá llevar a cabo tendrá que ser “altísimo” si pretende estar en los puestos de arriba y mirar más allá de la permanencia. Lo normal, asumen desde el ámbito de la representación, hubiera sido mantener el bloque de este año, que ha estado ahí hasta el final y ha dado buenas lecciones de fútbol, y completarlo con otra serie de piezas que mejoren lo que había. La realidad, en cambio, es otra y la proyección de un equipo totalmente nuevo deberá encajar rápido y ajustarse pronto a los mecanismos del nuevo entrenador, José Bordalás. De lo contrario, las expectativas lanzadas a la opinión pública, en estos momentos incrédula ante lo que se avecina, podrían volverse en contra. Porque la falta de vinculación entre los jugadores y la propia afición es otra de las consecuencias de la existencia de jugadores de paso que están generando contratos tan austeros. Si antaño la implicación con el escudo era coto privado para nombres de club como Karmona, Desio, Astudillo o Pablo, ahora mismo esos espejos solo encuentran reflejo en jugadores como Manu García. ¿De quién tirará este año el equipo cuando vengan mal dadas?