Vitoria - Esta vez fue en Alcorcón pero antes tocó hacer el petate en Lugo, Palamós, Sabadell, Barcelona o la lejana Huelva, donde aquel 1 de febrero El Glorioso firmó, a pesar del empate a cero, uno de sus peores partidos de la temporada. No fue aquel un partido de inflexión pero casi, por cuanto ayudó a blanquear una situación y una hoja de ruta que ya no tenían marcha atrás y que poco después quedaron en evidencia con triunfos ante equipos como Zaragoza, Mallorca y Osasuna. Se dieron cuenta rápido los jugadores de ello, terminó por convencerse Alberto de que era posible jugar bien y ganar y lo celebró por todo lo alto la sufrida afición albiazul, que desde entonces vive sumida en un sueño permanente que a estas alturas de la temporada no puede interpretarse sino como un regalo para los ojos. Porque tras la última victoria en tierras madrileñas y los pinchazos de algunos equipos con los que el Alavés está compitiendo, la tabla marca una novena posición para el conjunto albiazul con 44 puntos que no es que ya le afiance para la próxima temporada en Segunda sino que a falta de diez finales para la conclusión del campeonato, el sueño de alcanzar la última plaza de play off de ascenso a Primera es un extremo tan real como posible.
Y la afición lo sabe y lo disfruta, como se vio una semana más en el desplazamiento del domingo a Alcorcón, donde los jugadores volvieron a estar arropados por unos 300 alavesistas, un número parecido al que ha podido verse a lo largo de los últimos meses en otros encuentros fuera de Mendizorroza. Es la respuesta a una pasión y unos colores. El matrimonio perfecto para atacar el último puerto de la temporada, una plaza para luchar por el ascenso que llega, según lo visto dentro y fuera de la cancha, en el mejor momento posible.