vitoria - Una de las premisas más repetidas en cualquier disciplina deportiva por los entrenadores es la importancia de que sus discípulos adquieran una personalidad propia y la demuestren en cada ocasión que salgan a escena. Cada uno elige las características que quiere imprimir a su estilo pero, por encima de todo, está el objetivo de que este sea reconocible en todo momento. Pues bien, cuando ya se han consumido dos tercios de la temporada, el Deportivo Alavés ha fracasado estrepitosamente en este propósito.
Porque cuando sus aficionados se disponen a seguir cada una de sus comparecencias, siempre les ronda la misma pregunta en la cabeza, ¿Qué cara mostrará hoy el equipo? Una incógnita que no hay manera de despejar y que suele ofrecer respuestas de lo más variopinto. El combinado vitoriano perfectamente podría convertirse en uno de los clásicos pacientes de los caricaturizados psicoanalistas argentinos teniendo en cuenta su facilidad para mudar de personalidad y, para colmo, hacerlo en versiones de sí mismo completamente opuestas.
Y es que muy poco -por no decir nada- tienen que ver El Glorioso que apabulló al Zaragoza y pasó por encima del Mallorca el pasado sábado con el que, por ejemplo, rindió visita al colista de la tabla (el Sabadell del extécnico albiazul Juan Carlos Mandiá y le extendió la alfombra roja hacia una inesperada y sorprendente victoria.
Pero mucho más allá de los resultados de los encuentros, que en un momento dado pueden llegar a ser comprensibles teniendo en cuenta las circunstancias que los rodean, la gran diferencia estriba en la manera de afrontar los compromisos y la puesta en escena y la actitud -individual y grupal- mostrada a lo largo de los noventa minutos. Los citados son los ejemplos más recientes pero ni mucho menos son los únicos a lo largo de una temporada en la que el Deportivo Alavés se ha transformado de Doctor Jekyll a Mr. Hyde y viceversa en infinidad de oportunidades.
Como si su estado de ánimo variara -sin motivo aparente para más inri- al ritmo de un ciclotímico profundo, el conjunto vitoriano pasa del éxtasis total a la apatía más absoluta para volver a recuperar la alegría antes de caer de nuevo en la aparente desgana y la depresión. Un cóctel explosivo que, como no podía ser de otra manera, está cobrándose un elevado peaje. Viendo el nivel mostrado por el equipo en los momentos de subidón, resulta inevitable preguntarse dónde podría estar en este momento si hubiera sido capaz de mantener una línea mínimamente regular y evitar las nubes negras que le han afectado periódicamente.
Sin embargo, nadie en el conjunto vitoriano parece ser capaz de encontrar la fórmula para hacer desaparecer estos espectaculares dientes de sierra en su trayectoria. A simple vista, parece evidente que una de las claves se encuentra en el escenario en el que se disputa el duelo de turno. De esta manera, al calor de la grada de Mendizorroza, el Alavés ha conseguido en las últimas jornadas encarnar su mejor versión, mientras que cada vez que emprende el viaje lo hace con el vestuario de Mr. Hyde en el equipaje. No obstante, también como visitante -sirvan los ejemplos de las visitas a Osasuna y Betis- ha brillado en algunos momentos.
Todo ello ha llevado a que incluso el propio Alberto reconozca abiertamente que no sabe los motivos de estos cambios de comportamiento del equipo. “Está claro que nos gustaría jugar todos los días como ante el Mallorca pero no siempre sale y no es fácil saber por qué. Esto es fútbol”, resumió el pasado sábado. Así pues, la incógnita se mantiene. ¿Qué Alavés veremos mañana ante Osasuna?