Vitoria - El Deportivo Alavés ofreció el sábado un nuevo capítulo de la inoperancia que viene protagonizando sus últimos desplazamientos. Dejando los resultados a un lado -solo se han conseguido dos victorias lejos de Vitoria-, en sus últimos desplazamientos el equipo albiazul ha evidenciado una alarmante falta de ambición que le ha impedido irse a buscar el triunfo en sus visitas a varios de los peores equipos -eso asegura la clasificación- de la Liga Adelante. El culmen de este proceso de desfiguración se vivió en el campo del Sabadell, cuando ante un oponente herido de muerte al que le temblaban las canillas los pupilos de Alberto no fueron siquiera capaces de poner sobre el verde el mínimo necesario para poder aspirar a llevarse los tres puntos. La derrota, siempre dolorosa, lo es aún más por las formas, ya que El Glorioso fue en la Nova Creu Alta un equipo apático, sin alma e incapaz de explotar las debilidades, enormes dicho sea de paso, de su oponente. Una muestra más de que este equipo es un visitante desafilado, en exceso amable para sus anfitriones.
Las dos victorias a domicilio ante Osasuna y Betis son el claro ejemplo del guión que debería seguir este equipo en todos sus desplazamientos, pero, desgraciadamente, la fórmula del éxito parece olvidarse con excesiva facilidad. Para colmo, parecer ser el Alavés un equipo que se crece en los grandes escenarios, pero que se apoca cuando su oponente no es de renombre o transita por Segunda División con más pena que gloria. La idea de partida juntar líneas y buscar el contragolpe ha demostrado ser válida, pero para que sea efectiva hay que poner sobre el césped bastantes más argumentos de los que se han visto en los últimos desplazamientos.
Dos puntos en los tres viajes realizados en la segunda vuelta son un rendimiento muy escaso teniendo en cuenta que el cuadro albiazul se ha enfrentado a tres de los peores equipos de la Liga Adelante. Pero para ganar lo primero que hay que hacer es intentarlo y a este Alavés le ha faltado ese deseo. Durante la primera vuelta fueron muy pocos los partidos lejos de Vitoria en los que quedó la sensación de que no se había hecho nada por vencer, pero en el segundo giro al calendario ese mal se ha extendido a los tres choques disputados.
La racha comenzó en Huelva con un partido para olvidar. Ante un oponente hundido moral y deportivamente, el equipo de Alberto ni siquiera fue capaz de disparar con peligro a lo largo de los noventa minutos. Ordenado, bien pertrechado atrás, pero exclusivamente centrado en defender y no pasar apuros. Y, claro está, marcar un gol con tanto conservadurismo es prácticamente imposible.
El segundo capítulo se vivió el Barcelona, aunque la versión del Miniestadi fue la menos reprochable de esta sucesión. El Alavés apretó muy bien al filial culé e incluso tuvo oportunidades, por pocas que fueran. Eso sí, la falta de filo ofensivo provocó que no se le pudiese marcar un gol al equipo que más tantos encaja de Segunda.
Se salvaron esos dos viajes con sendos empates que hicieron que no se contemplasen los partidos con tan malos ojos. Pero en Sabadell ni siquiera a la miseria de un punto se pudo agarrar el equipo. Y eso que el rival era, incluso, bastante peor que los dos citados anteriormente. Pese a ello, del cuadro arlequinado, tembloroso como pocos en defensa, fueron las mejores oportunidades. Y de los dos contendientes que se presentaron sobre el verde de la Nova Creu alta, los pupilos de Juan Carlos Mandiá fueron los únicos que hicieron algo por llevarse los tres puntos.
Ante un oponente que marchaba colista, con una defensa que hacía aguas por todas partes y que afrontaba su última oportunidad de engancharse a la categoría, El Glorioso optó por su versión más contemplativa. Ni siquiera en defensa fue capaz de hacer gala de su tradicional fortaleza, ya que el equipo catalán encontró espacios con inusitada facilidad. Precisamente, las mismas facilidades que el Alavés hubiese hallado en la zaga arlequinada de haber buscado el gol con más ímpetu. Pero no estaba el cuadro albiazul en su máxima expresión de ambición. Romo, desafilado, incapaz de herir. El Alavés visitante.