El Deportivo Alavés recorrió ayer en un tiempo récord el trayecto que desciende del Olimpo futbolístico al Hades del balompié. Del todo a la nada en apenas noventa minutos del todo catastróficos. El Glorioso que maravilló hace apenas una semana ante el Zaragoza olvidó todo lo que había hecho bien ante el cuadro maño y se dedicó a hacer justo lo contrario en Sabadell. Inoperante, perdido, como si no tuviera ganas de nada más que dejar pasar el tiempo. La garra, la actitud, el deseo y todos sus sinónimos se quedaron perdidos en alguna parte del viaje a tierras catalanas. Un equipo sin alma, una sombra de sí mismo, se paseó por el césped de la Nova Creu Alta. Pero no en el sentido grandilocuente de exhibición de la pasada semana contra el Zaragoza, sino en el peyorativo que supone no poner sobre el verde el mínimo que se le exige a un equipo, que es competir y dejarse todo sobre el campo para no dejar la sensación de que no se ha hecho todo lo posible.

Alberto repitió la misma alineación y el mismo sistema que tanto alborozo despertaron hace apenas unos días. Fue el único parecido con el partido contra el Zaragoza. Si contra el cuadro blanquillo el Alavés se fue a morder desde el primer segundo, ante el equipo arlequinado se optó por una pose contemplativa, dejando hacer con total tranquilidad a un rival que, a pesar de todas las facilidades que se encontró, evidenció que su posición en las catacumbas de la clasificación es por algo.

El equipo de Alberto perdió la agresividad y el deseo, regaló el balón y no se dedicó a apretar para recuperarlo. Este grupo ha protagonizado partidos de todos los pelajes a lo largo de toda la temporada, pero en casi ninguno ha ofrecido la sensación de dejadez de ayer. Como si el partido no fuera con los futbolistas vestidos de naranja, que iban de un lado a otro por el campo sin hacer absolutamente nada para tratar de llevarse el partido.

Con una defensa que hacía aguas por todos sus flancos, el cuadro vitoriano se fue al descanso por debajo en el marcador. Pero, al tiempo, con la sensación de que a poco que hiciese se podía llevar la victoria. Para rematar esta sensación, el gol del empate de Toti tras un gran servicio de Medina vino a corroborar esa idea de que con muy poco se podía conseguir mucho premio.

Y es que el tanto del salmantino, apenas el único remate a puerta en todo el partido, no llegó como consecuencia de una mejoría en el juego. Ni mucho menos. Una acción aislada en la que El Glorioso se aprovechó de los miedos de una defensa como la arlequinada, que mostró su evidente nerviosismo durante todo el encuentro.

Sin hacer nada para merecerlo, el Alavés se puso en condición de privilegio para llevarse la victoria. Con todavía media hora por jugarse y el equipo de Juan Carlos Mandiá visiblemente hundido en lo anímico, se echó de menos esa ambición que sí se ha tenido en otras ocasiones. No fue el cuadro vitoriano capaz de irse a tumba abierta a por tres puntos que hubiesen supuesto un salto enorme en la clasificación y un paso adelante casi definitivo hacia la permanencia.

Tocaba lanzarse a una carrera frenética, pero el Alavés optó por mantener su ritmo cansino de todo el partido. De paseo llevaba una hora y de paseo iba a continuar durante los noventa minutos, evidenciando una actitud contemplativa que con total seguridad causó en mayúsculo enfado de todo aquel alavesista que se sentase a ver el partido y que, para colmo, ni siquiera se pudo contentar con un mísero punto.

Más agua y nieve. El Alavés lleva ya un mes sin poder trabajar en condiciones en Ibaia y todo hace indicar que los problemas en la ciudad deportiva se mantendrán durante unos cuantos días más al estar previstas más lluvias e, incluso, nevadas.