Vitoria - “Lo que no puede ser no puede ser y, además, es imposible”. Con esta sencilla frase del presidente de Osasuna, Luis Sabalza, se explican a la perfección las razones que condujeron a la suspensión del duelo que ayer estaba previsto para las 18.00 horas entre el Deportivo Alavés y el equipo navarro. El problema de todo es que para semejante viaje, el de decidir que no se podía jugar, no hacían falta las alforjas que fueron utilizadas. Es decir, esperar casi hasta el penúltimo segundo -por lo menos se evitó el trago de suspender el partido a dos horas de su comienzo- para emitir el veredicto y obligar a poner en marcha un dispositivo de limpieza costoso y que redundará en perjuicio del césped de Mendizorroza, destrozado por completo en algunos sectores. Lo que ayer era imposible también lo era el viernes e, incluso, seguiría siéndolo hoy casi con absoluta seguridad. El problema viene marcado por un reglamento anquilosado en el pasado, que deja todo el poder decisorio, y de responsabilidad, en manos del árbitro y que obliga a que el anfitrión haga todos los esfuerzos posibles para que un partido se acabe jugando por mucho que desde el primer momento se tenga claro que es imposible hacerlo. Y esa normativa va en perjuicio de todos los implicados en el proceso, pero, sobre todo, de los paganos del fútbol, que no son otros que los aficionados. Porque, por mucho que los operarios alavesistas hubiesen podido retirar ayer toda la nieve a tiempo para que se disputase el partido -según el jardinero del club, Ángel Benito, la mayor cantidad que ha visto en toda su vida en un día de partido-, el espectáculo que se podía ofrecer con un césped destrozado, helado e, incluso, peligroso para los futbolistas, hubiese sido lamentable. Así, estas línea suponen la crónica de una suspensión anunciada que ni de lejos requería de semejante e innecesario suspense al ser de todos conocido de antemano el desenlace.
La lógica decisión de la suspensión que se hizo pública ayer a las 12.51 horas bien podía haber sido tomada con un día de antelación y ese adelanto hubiese ido en beneficio de todos los actores implicados en la trama. Y es que, más allá del coste del operativo del limpieza, algunas zonas en las que el viernes se levantó la nieve estaban ayer completamente destrozadas -en algunas partes solo había barro- por culpa del hielo y el constante transitar de carretillas y pisadas al que el césped fue sometido y que lo puede dejar en muy malas condiciones para el resto de la temporada. Y eso por no hablar del desplazamiento de cerca de 3.000 osasunistas que se quedaron sin partido.
rápida decisión Lo único bueno que se puede decir de la jornada de ayer es que, al menos, la lógica decisión de la suspensión no se acabó demorando en el tiempo. Haber estirado más el vodevil hubiese sido todavía más ridículo. A las ocho de la mañana se reanudó el operativo de limpieza puesto en marcha por el Alavés y casi desde el primer momento ya existía la certeza de que iba a ser imposible que el partido se disputase, pero como había que aguardar a la decisión del colegiado la obligación era la de seguir trabajando. Más de la mitad del terreno de juego estaba sin despejar a primera hora de la mañana y tampoco existía espacio material para depositar una nieve que se acumulaba en bandas y fosos y que también era trasladada en contenedores hasta el parking de Ibaia. Hasta 4.000 metros cúbicos de blanco elemento se estima que había sobre el césped de Mendizorroza, donde la parte central del campo estaba cubierta por un manto de alrededor de 40 centímetros en su parte central. Y, para rematar, todo el espacio despejado durante la jornada del viernes se encontraba completamente helado.
El hielo y la incapacidad de retirar toda la nieve aún acumulada sobre el césped fueron los elementos que condujeron a Jorge Figueroa Vázquez a decretar una suspensión en la que tanto Alavés como Osasuna estuvieron de acuerdo. Por lo menos, el árbitro no cayó en el absurdo de contradecir a los clubes y esperar hasta el último momento para tomar la decisión. A las 12.11 horas se presentó en Mendizorroza el colegiado sevillano, que estuvo departiendo sobre el césped durante unos minutos con los representantes de los dos clubes. El presidente, Alfonso Fernández de Trocóniz, estaba al frente del aparato alavesista, acompañado de Luis Querejeta, Jesús Vázquez, Raúl Junguitu, Javier Zubillaga y el delegado, Julen García, a quien le tocó ejercer de cicerone en el reconocimiento del césped. Por parte osasunista, el presidente Luis Sabalza encabezó una comitiva en la que también destacaba la presencia del secretario técnico, Petar Vasiljevic, y del delegado, Iñaki Ibáñez. También hizo acto de presencia en el estadio el concejal de Servicios a la Ciudadanía y Deportes, Alfredo Iturricha, cuyo departamento estaba encargado de la limpieza de la zona exterior del estadio y de velar por la seguridad de los espectadores, que también era muy difícil de corroborar con una parte del graderío helada.
un serio riesgo Uno de los últimos en aparecer fue Josean Querejeta, pero a su vez el máximo mandatario del Grupo Baskonia fue el primer en mostrarse abiertamente tajante. “Así no se puede jugar”, dictaminó al abandonar el campo. En esos instantes, el colegiado, tras la inspección del terreno de juego y después de haber recabado las opiniones de los interesados que le señalaron que era imposible jugar, ya se encontraba reunido con los delegados de los dos equipos y tras tomar su decisión informó directamente a los dos presidentes. A las 12.51 horas se anunciaba oficialmente la suspensión del partido, una decisión que a nadie tomó por sorpresa por su aplastante lógica.
“Hay muchísima nieve en el campo y el hielo ponía en riesgo a los futbolistas y al público. Es la mejor decisión para todos”, señaló Fernández de Trocóniz, al tiempo que Sabalza, quien alabó la labor de limpieza desarrollada por el Alavés, manifestó su pesar por no haber podido disputar un partido que había generado una gran expectación entre la afición rojilla. “Había mucha ilusión y lo siento mucho. La gente estaba muy volcada y es una pena que se tenga que jugar entre semana”, dictaminó el presidente rojillo.