Vitoria - Mendizorroza recibirá mañana con los brazos abiertos a quien ha sido uno de los grandes referentes en la historia reciente del Deportivo Alavés. No son muchos los jugadores que pueden ver inscrito su nombre con letras doradas en los anales de una entidad del Paseo de Cervantes demasiado acostumbrada a los cambios y a las decepciones. Los primeros suponen que el aficionado no llegue a identificarse con muchos futbolistas. Las segundas hacen que a los jugadores que las protagonizan se les olvide rápido. Guzmán Casaseca apenas militó en El Glorioso durante dos temporadas, un tiempo escaso, pero su balance sobre el terreno de juego fue sobresaliente, siendo figura relevante en algunos de los momentos más mágicos que ha vivido este club a lo largo de sus más de noventa años de vida. Aunque, por encima del resto, sin duda alguna, figurará por siempre jamás el épico gol en Jaén que propició la salvación alavesista y que provocará que Guzmán sea recibido mañana como el héroe albiazul que merecidamente es y Mendizorroza le rinda el tributo que no pudo darle tras el apoteósico final de la pasada temporada.

Los goles de Viguera o el carácter batallador de los Beobide y Manu García calaron hondo entre los parroquianos alavesistas. Al lado de estos, la mayoría de sus compañeros quedaron eclipsados en el bienio que dio de sí un ascenso y una salvación angustiosa. Todos menos, quizá, el extremo de Badajoz. El único capaz de rivalizar con Viguera en momentos mágicos protagonizados en esas dos temporadas inolvidables y culminadas en ese doble duelo victorioso ante el Jaén. Y es que Guzmán fue gran protagonista en el ascenso y también se convirtió en la figura que resumió el esfuerzo del equipo en pos de la salvación con ese gol en el minuto 93 que todavía los alavesistas ven repetido una y otra vez para poder deleitarse con la acción. Precisamente, lo mismo que le ocurre al propio jugador, que sigue visionando cada poco tiempo esa diana que es ya parte de su historia.

A Guzmán el Alavés le debe una buena parte de sus éxitos recientes, pero el extremeño también tiene una deuda personal con el club que relanzó una carrera que parecía anclada en Segunda División B tras haber debutado en Segunda con apenas 18 años. Javier Zubillaga le había conocido durante su etapa como secretario técnico del Córdoba y no dudó a la hora de realizar una apuesta muy importante por un futbolista que había destacado como uno de los mejores extremos de la categoría de bronce en las filas del Ceuta. Rápido, desequilibrante, con capacidad goleadora y decisivo desde el punto de penalti. El Alavés tuvo que sortear a muchos competidores que ya se habían fijado en este espigado y veloz futbolista, pero el cuadro vitoriano tenía un músculo económico y un proyecto ganador que se hacían irrechazables.

Como no podía ser de otra manera, se convirtió en una pieza fundamental para Natxo González y entró en convocatoria en los 47 partidos oficiales de la temporada (38 de Liga, 5 de Copa y 4 de play off) quedándose en el banquillo sin jugar solo en dos, lo que le llevó a ser uno de los futbolistas clave en el ascenso.

Su velocidad por la banda en el desborde -“Guzmán arranca la moto”, solían decir los periodistas cuando iniciaba una de sus fenomenales carreras- se convirtió en una de las armas fundamentales de un cuadro albiazul que en no pocas ocasiones utilizaba el recurso del balón en largo para la carrera de un jugador que no contaba con un gran regate, pero que era capaz de sacar una ventaja a sus marcadores echando el esférico en largo y arrancando en velocidad. Unos chispazos letales en la categoría de plata, donde su zancada era un peligro enorme que le permitía plantarse en el áreas en muchas ocasiones con ventaja. Eso sí, en no pocas ocasiones provocó los enfados de un Natxo González que también le exigía un compromiso defensivo del que a veces se olvidaba demasiado rápido.

En esa primera campaña como alavesista, Guzmán fue clave en el ascenso. Ocho goles -dejó de lanzar los penaltis tras meter dos y errar uno- y seis asistencias le convirtieron en el segundo máximo realizador y el mejor pasador del equipo. Y en la eliminatoria de ascenso ante el Jaén fue el futbolista clave. Y es que más allá de los dos goles de Viguera desde el punto de penalti, fue el extremeño el verdadero quebradero de cabeza para el cuadro andaluz. Así, en La Nueva Victoria provocó la pena máxima que supuso el empate, mientras que en la vuelta en Mendizorroza fue el protagonista de las mejores acciones ofensivas haciendo gala de su imparable velocidad.

decisivo al final Como en casi todos los casos de jugadores de Segunda B que desembarcan en Segunda, la duda estaba en saber si Guzmán iba a ser capaz de dar un rendimiento similar en una categoría superior. De la mano de Natxo González siguió siendo indiscutible y solo se perdió un partido por lesión, pero con la llegada de Juan Carlos Mandiá su importancia se fue rebajando. Igual que le pasó en su primer año en el club, tras un arranque de curso en el que explotó toda su chispa, en los meses invernales se comprobó que no estaba en su mejor momento. El banquillo se convirtió en su hábitat natural y precisamente saliendo como refresco ya marcó un gol trascendental para superar al Alcorcón.

Justo cuando la moto de Guzmán arrancaba de nuevo, llegó el momento crítico de la temporada. Una acción absurda, un ligero impacto con su mano sobre un teatrero consumado como Pablo Infante, provocó una expulsión, cuatro partidos de sanción y su desaparición del equipo durante siete jornadas consecutivas en la transición en el banquillo de Mandiá a Alberto.

Y justo cuando ya parecía completamente defenestrado, el pacense resurgió cual ave Fénix para protagonizar un final de curso apoteósico con tres goles determinantes en los últimos cinco partidos del curso. La cuenta la abrió con la que fue su mejor diana como alavesista, una carrera en el Anxo Carro lucense que le llevó desde el centro del campo hasta el área sorteando rivales para acabar cruzando el balón a la red. Le dio continuidad para marcar el tanto que abrió la cuenta ante el Numancia. Y cerró el círculo mágico con ese gol en Jaén en que, de manera que aún hoy parece inverosímil, rematar con su cabeza un balón al que empujaba todo el alavesismo. “Lo hemos metido entre todos”, dijo entonces.

Precisamente, ese gol supuso la última jugada de Guzmán como alavesista. Por la puerta grande, con una diana como rúbrica. El club quería renovar su contrato, pero su temporada, pese a los altibajos, no había pasado desapercibida entre los más poderosos de la Liga Adelante. En una categoría en la que la velocidad marca diferencias, contar con alguien como el extremeño es una gran ventaja. El Las Palmas le ofreció dos años de contrato, una oferta económica muy jugosa y un proyecto deportivo encaminado al ascenso. Como es evidente, una oferta que no se podía rechazar.

A las órdenes de Paco Herrera, Guzmán es ahora una pieza fundamental para los canarios, que utilizan su velocidad para romper los partidos desde el banquillo. Acumula dieciocho partidos y solo ha sido titular en cuatro de ellos, pero ya lleva tres dianas y un par de asistencias. En los prolegómenos del partido de mañana, Mendizorroza rendirá honores a uno de sus héroes recientes, pero esperando al mismo tiempo que minutos después este particular puñal que tanto daño hizo en Vitoria no le aseste un golpe mortal a su exequipo.

Su fichaje. Javier Zubillaga había coincidido con Guzmán en Córdoba y el extremeño era uno de los jugadores más deseados de Segunda B tras su sensacional temporada en el Ceuta. El Alavés apostó fuerte por su fichaje y acabó haciéndose con sus servicios para el curso 2012-13.

Intocable para Natxo. El pacense se convirtió en una de las piezas más importantes del Alavés que acabó consiguiendo el ascenso de categoría y Natxo González siempre le dio su confianza al ser el único futbolista que fue convocado en los 47 partidos oficiales de esa campaña, jugando en 45 de ellos. Ese año logró ocho goles y fue clave e el ascenso siendo el mejor en la eliminatoria contra el Jaén.

Un final apoteósico. La campaña en Segunda División fue de altibajos para Guzmán, pero concluyó por todo lo alto. Con Natxo González volvió a ser pieza importante, pero Mandiá lo mantuvo en segundo plano. Justo cuando volvía a asomar la cabeza, la roja ante el Mirandés supuso un castigo durísimo. No obstante, en las últimas jornadas logró tres goles, entre ellos el decisivo en Jaén, que fueron determinantes para la salvación.

76

Fueron los partidos oficiales que Guzmán jugó con la camiseta albiazul en dos temporadas.