Vitoria - La ortodoxia dicta que las finales son aquellos encuentros en los que se pone un título en juego. Sin embargo, el siempre rebelde deporte se empeña en convertir contiendas que estrictamente no reúnen esas características en verdaderas finales oficiosas. Y en esa situación se encuentra en estos momentos el Deportivo Alavés. O, para ser más exactos, su entrenador. Porque Alberto López se enfrenta actualmente a su momento más delicado al frente de la escuadra del Paseo de Cervantes y el encuentro que el próximo sábado disputará El Glorioso en Mendizorroza podría resultar definitivo para su suerte.
Después de una primera fase del campeonato esperanzadora en la que parecía que el equipo disponía de los recursos para disfrutar de un ejercicio relativamente apacible, lo cierto es que el epílogo de 2014 y el arranque de 2015 han traído al horizonte vitoriano unos negros y preocupantes nubarrones en forma de malos resultados. De esta manera aunque la distancia con las posiciones de descenso es aún de cuatro puntos, el Alavés ha ido perdiendo puestos en la clasificación paulatinamente y presenta síntomas que generan incertidumbre.
Teniendo en cuenta que el deporte profesional no tiene memoria y que siempre resulta más sencillo cambiar al timonel que a toda la tripulación, a nadie extraña que las primeras miradas se hayan dirigido ya hacia el banquillo. Por todo ello, Alberto vivirá el sábado en ese hábitat una final. Un duelo decisivo (probablemente el primero de este curso) que coincidirá precisamente con el final de la primera vuelta y que no contará precisamente con una pareja de baile ideal.
Porque el partido en el que el técnico guipuzcoano pondrá en juego buena parte de crédito y que servirá para cruzar el ecuador del campeonato enfrentará al Deportivo Alavés con el líder destacado de la categoría. El hecho de que la contienda tenga Mendizorroza como escenario debería suponer al menos una ligera ayuda para la tropa albiazul pero, sin embargo, ahora se antoja más un lastre que una ventaja.
Lejos de convertir el campo del Paseo de Cervantes en un coliseo inexpugnable, el plantel vitoriano se ha empeñado en convertirse en el más gentil de los anfitriones y rendirle visita se está convirtiendo en sinónimo de éxito seguro. De hecho, en sus cinco últimas comparecencias como local únicamente ha sido capaz de sumar un triunfo (y éste llegó con no poco sufrimiento y ante el Albacete, colista de la clasificación). Por lo tanto, la cita del sábado ante el Las Palmas reúne prácticamente todos los ingredientes para que pueda ser considerada de la máxima dificultad.
Sea como sea, lo único cierto es que el Alavés afronta este compromiso obligado a sacarlo adelante o, como mínimo, cambiar radicalmente la imagen que está ofreciendo en sus comparecencias más recientes. Porque, más allá de los malos resultados, esa es precisamente la principal sombra que se cierne sobre el futuro de Alberto.
Los siempre fríos números revelan que de los ocho últimos partidos que ha disputado (seis de Liga y dos de Copa del Rey) el equipo únicamente ha sido capaz de sacar adelante uno. Un balance a todas luces deficitario pero que resulta todavía más preocupante si se le suman el resto de síntomas que muestra la escuadra albiazul.
Por ejemplo, la cada vez mayor endeblez defensiva que le ha llevado a sufrir una media de dos goles encajados por partido. Un pesadísimo lastre que provoca que resulte extremadamente difícil sumar algo positivo. A ello se le añade la dificultad que tiene el equipo para generar peligro sobre las porterías contrarias y transformar las escasas ocasiones en gol. Si el año pasado el acierto de Viguera permitía compensar la fragilidad de la retaguardia, este curso no se ha encontrado aún ese equilibrio.
Por último, y aquí puede ser donde mayor desgaste ha sufrido la figura de Alberto, el equipo continúa a estas alturas del campeonato sin encontrar una identidad clara y acostumbra a protagonizar bandazos en cuanto a los jugadores y el esquema utilizados. El último ejemplo se produjo en Valladolid cuando el técnico introdujo una pequeña revolución con cuatro cambios en el once inicial pero, sin embargo, el resultado no varió y el Alavés volvió a presentar un juego plano y gris. El sábado ante el Las Palmas llega una final anticipada.
Malos números. Una de las virtudes que mostró el Alavés en la primera fase del campeonato fue su buen trabajo defensivo, lo que le permitió recolectar un buen puñado de puntos. Sin embargo, en las últimas semanas esta seguridad en la retaguardia se ha evaporado y el equipo presenta una media de dos goles encajados por encuentro. Un dato muy preocupante y que hace muy difícil sacar algo positivo. Más aún cuando desde el inicio ha exhibido un claro déficit a la hora de generar peligro y transformar sus escasas ocasiones.
Muy frágil como local. Una de las grandes máximas del fútbol dice que los objetivos se consiguen en casa. Normalmente, todos los equipos hacen de su propio feudo un fortín del que resulta extremadamente complicado sacar nada positivo y buscan ‘pescar’ algo fuera. Sin embargo, el Alavés no está cumpliendo con este guión en absoluto. De hecho, de los últimos cinco encuentros que ha disputado en Mendizorroza únicamente ha conseguido saldar con victoria uno (con mucho sufrimiento y ante el Albacete, colista de Segunda).
Sin fisuras en la plantilla. A pesar de la crisis de resultados y sensaciones en la que se encuentra en estos momentos el Alavés, Alberto cuenta de momento con el respaldo de la directiva y el vestuario. Desde la plantilla no se ha levantado ninguna voz que cuestione el trabajo del guipuzcoano y desde los despachos sólo ha recibido apoyos. Además de gozar de la total confianza de Javier Zubillaga, el presidente albiazul, Alfonso Fernández de Trocóniz, dijo el domingo que “a día de hoy” no existen dudas sobre el trabajo de Alberto.