Vitoria - El Deportivo Alavés más contemporáneo comenzó a intuir el éxito con aquel ascenso de la temporada 97/98 ante el Rayo Vallecano, que le devolvió a la elite del fútbol español 42 años después. Al mismo tiempo fue ganándose el apelativo de matagigantes tras una brillante trayectoria en la Copa de aquellos días, donde se llevó por delante a históricos como el Oviedo, el Celta, el Deportivo de la Coruña o el todopoderoso Real Madrid, al que humilló en Mendizorroza (1-0) y también en el Santiago Bernabéu, donde un gol de Pedro Riesco daba el pase a cuartos de final (2-1). Aquella dinámica iniciada por Mané y un modesto grupo de jóvenes jugadores llegados del fútbol más humilde, continuaría meses después con el equipo ya en Primera, una etapa ilusionante que se saldó con un agónica permanencia en la última jornada ante la Real Sociedad -aquel gol de De Pedro y aquel gesto después...- y un año más tarde con una no menos exultante clasificación para la Copa de la UEFA, la primera vez en su historia. El techo de aquel vestuario, en cambio, no se quedaría ahí, ya que en la siguiente campaña El Glorioso fue derrumbando castillos por Europa con una pasmosa facilidad. Cayeron en una primera fase equipos de Turquía y Noruega, para después empezar a ganar prestigio con inclementes victorias ante el Inter de Milán o el Kaiserslautern alemán, al que el Pink team endosó nueve goles en semifinales. Y llegó en el último escalón un trocito de historia británica como el Liverpool en la final. El resto ya es historia...
Sin quererlo ni tan siquiera pensarlo, aquellos últimos instantes en Dortmund, aquél fatídico gol de Geli en propia meta, marcaron el inicio del ocaso deportivo del conjunto albiazul. Como consecuencia de aquella fabulosa trayectoria, el Alavés se desprendió de varios de sus mejores activos. Contra y Javi Moreno, por ejemplo, claudicaron ante los millones de Galliani, el emisario fiel de Berlusconi en el Milan, mientras que Fabricio Coloccini hizo lo propio con el Atlético de Madrid. Otros tantos compañeros también hicieron las maletas pero así y todo la columna vertebral se pudo mantener para acometer al año siguiente una nueva incursión en Europa, conseguida de manera agónica también por aquel gol de Karmona a la salida de un córner en la última jornada de liga en El Sadar. Con los deberes hechos en el terreno de juego y después de la mejor temporada de la historia del club, quizá la directiva se dejó llevar al apostar todo su prestigio con jugadores de cierto relumbrón como el meta Dutruel, Luis Helguera -cedido de Italia-, Edu Alonso, el rumano Illie o Pitu Abelardo, que poco antes había puesto fin a una brillante etapa de ocho temporadas en el Barça. Aquella declaración de intenciones por parte de Gonzalo Antón, en cambio, terminaría saltando por los aires.
aquel helicóptero en artium... Porque en esa temporada 2002/2003 todo salió mal, hasta tal punto que el equipo perdió finalmente la categoría e inició un dramático y oscuro peregrinaje que podría concluir estos días, cuando el club solvente el último pago de un proceso concursal que tuvo su origen en aquellos tiempos. Abelardo, que mañana regresa por primera vez a Mendirorroza como técnico del Sporting después de aquello, representó desde su llegada todo lo que nunca había querido demostrar el Alavés. Su presentación aquel 4 de junio de de 2002 en el museo Artium resultó premonitoria y desmedida a todas luces para un club con la idiosincrasia del Alavés. Tal fue el exceso de fardada que la entidad dispuso para la ocasión un helicóptero que aterrizaría en la plaza del museo con la camiseta gigante que esa campaña vestiría el equipo. La presentación del Pitu se supone que daría mayor empaque a la puesta de largo, que también contó con varios equipos de patinadores, sin embargo inclemencias climatológicas impidieron al piloto Francisco Lucas, de la compañía Coyoteair -famosa por los traslados de concursantes en programa televisivos como Qué apostamos o Gran Hermano-, tomar tierra, lo que ya supuso el segundo contratiempo de la jornada. Porque el primero había sido precisamente el reparto aéreo de bufandas y banderines del Alavés por todo Vitoria aquella mañana como antesala a la llegada del gran fichaje, algo que tampoco pudo ser posible.
La ficha con la que el central asturiano recaló en el vestuario -cercana a los 300 millones de las antiguas pesetas por cada una de las dos campañas que firmó- tampoco ayudó a mantener el anterior equilibrio, lo que desató no pocas tensiones. Cabe recordar que el central procedía del Barça y que el Alavés tuvo que pegarse con clubes como el Dépor para llevarse al jugador, aunque el resultado no fuera el esperado.
Mané, destituido Abelardo jugó con asiduidad esa temporada y firmó 28 partidos (2.503 minutos ) en los que recibió nueve tarjetas amarillas y fue sustituido en una ocasión. No anotó ningún gol. Ni tampoco contribuyó a enderezar el penoso rumbo de un equipo que a las primeras de cambio fue eliminado de la UEFA. Fue el Besiktas turco el que hizo olvidar el segundo sueño europeo del Alavés en la segunda ronda. Ni tan siquiera esta circunstancia, que se supone permitiría centrar al equipo en la Liga, sirvió para aliviar la trayectoria. Todo ese año resultó tan nefasto que incluso Mané, el técnico que elevó al equipo a la gloria, fue destituido en la jornada 31 después de casi seis temporadas en Mendizorroza. El encargado de sustituirle fue el difunto Txutxi Aranguren, otro hombre de la casa con el que, curiosamente, Abelardo había debutado en Primera con la camiseta del Sporting, algo que ocurrió en el partido ante el Real Madrid en el Bernabéu de la campaña 88/89.
Las penurias deportivas no terminaron ahí porque siete jornadas después, el Alavés bajó al infierno de Segunda tras caer en casa con el Betis (0-1) ante 17.2000 espectadores. Karmona, al igual que en Dortmund, lloró desconsolado de camino al vestuario, mientras que Abelardo, el Pitu, apuraba también a sus 33 años las mieles del profesionalismo. Días después se supo que el asturiano, con una de las fichas más altas de la plantilla, renunciaba al año de contrato que le restaba, aunque quizá la publicación de un delicado asunto de orden interno podría haber sido el detonante de tan magnánima decisión.