- Desde el adiós de Antonio Karmona del Alavés en el verano de 2003 no ha habido un central en Mendizorroza capaz de transmitir sobre el terreno de juego y el vestuario las sensaciones del de Bermeo. O, al menos, uno tan fiable como el que encarnó el que fuera gran capitán de El Glorioso, que durante siete temporadas y 230 partidos no solo supo sacar rendimiento a sus limitadas cualidades técnicas sino que puso en valor una personalidad arrolladora que, con el tiempo, le convirtió en el líder natural de aquel formidable grupo. Con la perspectiva del tiempo y el análisis de los centrales que han ido conformando las posteriores plantillas resultan llamativos algunos indicadores para señalar a Miguel Angel González González, Migue, como un más que posible portador del legado de Karmona, que actualmente forma parte de la estructura técnica del primer equipo del Athletic.
Al margen del parecido físico y las limitaciones técnicas, que en ambos centrales eran evidentes, la predisposición al esfuerzo sin fisuras, la anticipación en el juego y una capacidad de entrega encomiable son cualidades que Migue ha venido demostrando en los primeros nueve partidos de Liga, donde está jugando un papel fundamental en los planteamientos de Alberto. Probablemente sin saberlo, el catalán se ha convertido en este tiempo en la prolongación técnica del irundarra en el campo, su alter ego en defensa por el que pasa gran parte del futuro del equipo. Porque si bien el dramático desenlace final de la pasada temporada en la Nueva Victoria de Jaén se debió, en parte, al despropósito continuado del equipo en tareas defensivas -la memoria colectiva aún recuerda hoy goles de disparate- este año la sensación es exactamente la contraria. Para la suerte de Alberto, los problemas esta vez radican en la falta de gol, un aspecto donde el Alavés echa de menos la efectividad de Borja Viguera, el goleador de la pasada temporada con 25 dianas.
En este escenario, Alberto ha concedido todos los galones defensivos al central catalán, que ha jugado todos los partidos de liga (810 minutos) y 120 más en el primer partido de Copa ante Osasuna. En este tiempo ha marcado además un gol, precisamente en el tercer partido de liga ante el conjunto navarro en El Sadar, y ha recibido una tarjeta amarilla. Muescas muy parecidas también a las que solía firmar Karmona, entonces con tantas tablas y voz en aquel vestuario como las que hoy protagoniza el central.
Probablemente la edad -ahora mismo Migue tiene 34 años- esté influyendo en su rendimiento, mucho más maduro y racional, sin embargo el verdadero valor de sus actuaciones hasta la fecha radica en saber elegir siempre la mejor de las opciones y hacer las cosas fáciles, exactamente la misma filosofía que Johan Cruyff implantó a finales de los 90 en Can Barça, donde él inició su carrera.
‘feeling’ con alberto Y por ahí se entienden las pocas concesiones que este Alavés concede al rival y la escasez de regalos infantiles que hace un año convirtieron al Glorioso en un plantel de dudoso rendimiento defensivo. Escarmentado por aquel nivel de despropósitos que generó la mala planificación de la temporada por parte del director deportivo, Javier Zubillaga, las prioridades el pasado verano fueron claras y compartidas: el nuevo equipo crecería a partir de la línea defensiva. Así se fue conformando una retaguardia donde, básicamente, Migue manda, el joven Víctor Laguardia cubre y acompaña y el canterano Einar Galilea aprende. Fútbol con lógica para una Segunda División cada año más compleja e igualada. Fútbol como el que también defendía Antonio Karmona, acompañado en una primera etapa de otro viejo gudari como Iñaki Berruet para dar el salto de calidad después, ya en Primera, con un valor al aza como era Téllez y una figura más consagrada como el noruego Eggen.
Aquellos mismos mimbres son los que ahora parecen valer para el actual patrón, el siempre pausado Alberto, cuya prolongación en el campo con Migue parece evidente. Ambos comparten experiencia y veteranía; conocen el fútbol por dentro, ése donde los trapos sucios se lavan en casa; y pecan de poco verbo, conscientes, seguro, de que su puesta en escena encaja mejor en el campo que en la sala de prensa. Así y todo ayer le tocó el turno al central catalán, que una vez más volvió a frenar la euforia de los más ambiciosos tras los últimos triunfos ante Mallorca y Lugo. “Tampoco nos tenemos que venir arriba por haber ganado dos partidos”, advirtió antes de volver a sentar cátedra con la confianza que denota el liderazgo recibido del vestuario. “Tenemos que leer bien el partido y saber contrarestar eso; si estamos sólidos, ocasiones vamos a tener”. En su presentación de en julio prometió morir por la camiseta y devolver la confianza depositada tras ocho años en Girona. Y está cumpliendo. Lo avisó Jito, exalbiazul y buen amigo. “Espero que el Deportivo Alavés gane un central para muchos años; se lo merece el club y se lo merece el jugador, mi amigo”.