Vitoria - Muy difícilmente el fútbol conseguirá volver a reunir en el futuro tantas emociones de máxima intensidad en tan poco tiempo como las vividas en la tarde de ayer. Pese a que el Deportivo Alavés es un consumado especialista en protagonizar este tipo de situaciones -sólo hace falta recordar por un instante lo sucedido en Dortmund o en Balaídos hace unos años-, los diez minutos de locura que se desataron a partir de las 20.09 en el campo de La Victoria -de nuevo talismán para El Glorioso- se merecen ya un capítulo aparte en la nonagenaria historia de la entidad del Paseo de Cervantes. Y es que el equipo se subió en un tiovivo infernal que le llevó en varias ocasiones del cielo al infierno y viceversa para, definitivamente, premiarle con un agónico final feliz.
Todo ello, en el último suspiro de una temporada que ha puesto a prueba de manera reiterada la resistencia de los corazones de los aficionados albiazules. Con el pitido inicial, a las 18.30, de todos los encuentros con equipos implicados en la lucha por la permanencia, arrancó un último capítulo del campeonato que el Alavés afrontaba obligado a remontar desde su posición de descenso.
En los primeros cuarenta y cinco minutos, las únicas variaciones de importancia fueron el gol del Murcia que situaba al Castilla en la zona roja y el del Girona ante el Depor que despejaba el camino de los catalanes. Jaén y Alavés, por su parte, disfrutaban de varias ocasiones sin que ninguno lograra acertar.
Tras el descanso, Jona provocó la angustia albiazul con su gol poco antes de que el Mirandés se complicase mucho la salvación al recibir un tanto del Lugo. Y, a partir de ese momento, la locura.
Después de que el árbitro anulase un gol legal a Quiroga, el Alavés recobró el camino de la esperanza con el tanto de Juanma y entró en éxtasis con la diana, casi seguida, del nueve argentino. Sin embargo, otro de los muchos errores de la temporada permitió al Jaén restablecer las tablas que no servían a ninguno de los dos. Hasta que Guzmán entró en la historia.