Jaén - "El Glorioso nunca se rinde" es uno de los gritos de ánimo más repetido por la afición alavesista y este equipo ha llevado hasta las últimas consecuencias el significado de esa frase. Queda todo encarnado también en las palabras repetidas de Manu García desde hace meses. "Este equipo está preparado para salvarse en el último minuto del último partido". Parece profecía, pero no deja de ser la realidad. Esas ganas de seguir apretando hasta que el cronómetro dictase que ya no había tiempo para más son las que han obrado este particular milagro que se llama salvación. Había que ganar los dos últimos partidos y se hizo. Tenían que cuadrar las cuentas para que los 51 puntos fuesen suficientes y también ahí acompañó la fortuna, precisamente una suerte de la que este equipo ha carecido durante varias fases de la temporada. Pero el que la persigue la consigue y el cuadro albiazul ha tenido el premio que se merecía. Y eso que para no poca gente en el entorno de la entidad este Alavés ya llevaba meses muerto y enterrado. Pero al final, justo en el momento que había que hacerlo, resucitó en una tarde en la que estuvo fuera de descenso un par de minutos y lo que añadió el colegiado tras el postrero y decisivo gol de Guzmán. Más que suficiente. En el último minuto. No hacía falta nada más para salvarse.
Con la salvación se viene a culminar la remontada que el equipo ha protagonizado en un final de competición en el que los pupilos de Alberto han rozado la brillantez. Si bien el partido de ayer no puede ser el ejemplo de las virtudes que han llevado a este Alavés a salvarse, en los compromisos precedentes se ha visto un conjunto capaz de plantar cara a cualquier oponente, muy sólido en defensa y fiable en el mano a mano con sus rivales. Pero ayer era distinto, era una final con victoria obligada que requería de otras cosas que no se hacen con el balón. Casta, deseo, fe, valor, arrojo, valentía...
Auguraba Alberto un partido diferente a los precedentes y no se equivocó en su apreciación. Tras un buen inicio, el cuadro albiazul se desinfló por completo y en un arranque de segunda parte nefasto echó por la borda casi todas sus opciones de permanencia. Quedaba un resquicio, tirar de heroica. Y así lo hizo a partir del minuto 82, con la entrada de Juanma en el campo para poner serenidad en el caos. Dos goles consecutivos que sacaban al Alavés del descenso y un tanto del Jaén inexplicable por el fallo de concentración colectivo de un equipo que en el momento más inoportuno volvió a repetir uno de esos despistes imperdonables que tantos puntos han costado esta temporada.
El mazazo, tras rozar la permanencia con los dedos, fue enorme, pero no trascendió al césped. Quedaba tiempo para más. Quedaba tiempo para no rendirse. Nunca lo ha hecho este Glorioso y ayer no podía ser menos. Y de esa capacidad de mantenerse sereno en la adversidad, de ese saber levantarse tras los muchos golpes recibidos surgió el milagro. Cuando cualquier otro equipo lo habría ya dado todo por perdido ante semejante despropósito, los jugadores rememoraron en sus mentes esa ya mítica frase. "El Glorioso nunca se rinde". Y no claudicó a la tempestad. Fue capaz de recomponerse y en medio de la locura irse a por ese gol que daba la permanencia y que venía a completar la gran remontada de este Alavés completamente indestructible.