Lugo - A la conclusión del partido en el vestuario alavesista en el Anxo Carro no quedaba ni un gramo de fuerza siquiera para esbozar una sonrisa. El esfuerzo realizado por los jugadores sobre el terreno de juego fue de tal magnitud que tuvieron que pasar unos cuantos minutos para que los futbolistas tomaran aire, relajaran los músculos y se felicitasen por haber logrado una victoria con tanto sufrimiento. Que a este equipo le faltan argumentos futbolísticos en muchos y variados aspectos es una evidencia. Que nada se le puede achacar en cuanto a esfuerzo y compromiso, también. Hasta la última gota de sudor, hasta el último gramo de fuerzas se dejó ayer el equipo sobre el césped del estadio lucense. Este equipo sabe que tiene que dejarlo todo para conseguir cada victoria y eso fue precisamente lo que hizo ayer para meterse de nuevo de lleno en una pelea por la permanencia en la que hoy está mejor que ayer.

En cuanto a esfuerzo físico, este Glorioso ha sido un referente en Segunda a lo largo de todo el año. Los datos que manejan los técnicos del club hablan bien a las claras de que muy pocos oponentes hacen más kilómetros que los albiazules a lo largo de los 90 minutos. Pues bien, las cifras ayer se dispararon en un compromiso en el que los alavesistas corrieron a destajo para tratar de cerrar todos los espacios. Y eso ante un oponente como el Lugo que controla el balón de forma absolutista requiere de un esfuerzo soberano.

El cuadro lucense es un equipo de ritmo pausado y a la carrera lo rompió Guzmán con una acción relampagueante que cogió por sorpresa a la zaga gallega. Ventaja en el marcador tempranera que auguraba sufrimientos conocidos. Porque más que ceder el esférico al rival, el Alavés sufrió el sometimiento que el equipo de Setién realiza sobre sus contrincantes. Mucha posesión, desdoblamientos de los laterales, centros desde las bandas... Muchos frentes abiertos y mucho esfuerzo el necesario para llegar a taponar todas las vías de agua que se iban abriendo, pero a base de sufrimiento se pudo resistir.

Clave fue una vez más la presencia de Iván Crespo aportando seguridad bajo los palos. El cántabro detuvo o despejó todos los balones que llevaban trayectoria de gol y con la ayuda de sus compañeros atajó todo el peligro. La portería a cero, así, volvió a ser la clave. Igual que en las recientes victorias ante Recreativo y Mallorca. La mejoría es evidente.

Los minutos finales fueron una agonía y ahí se evidenció la factura física de un equipo que llegó muerto al descuento con varios jugadores seriamente dañados, apenas sin poder correr. Pero, al fin, resistieron para volver a soñar. - DNA

Derbi. El Alavés quiere tener una gran presencia de aficionados en Eibar, pero parece complicado que el club armero envíe una gran cantidad de entradas teniendo en cuenta la obligación de ceder solo el 5% del aforo de Ipurua, alrededor de 260 pases.