vitoria - Cuando el pasado 15 de marzo -en el trigésimo capítulo liguero- Guzmán Casaseca no pudo controlar un absurdo ataque de ira y propinó un manotazo a Pablo Infante que le costó la expulsión en el vital encuentro ante el Mirandés, los aficionados albiazules tampoco pudieron evitar llevarse las manos a la cabeza lamentando las graves consecuencias que ese gesto iba a deparar. Más todavía cuando el Comité de Competición mostró su perfil más duro para sancionar la acción con cuatro encuentros de sanción. Cuatro partidos -más la última media hora del choque con los burgaleses- sin poder contar con uno de los jugadores más en forma del grupo en ese momento y con unas características que le convierten, sin duda, en prácticamente irreemplazable.

Como los presos que van descontando los días que faltan para completar su condena, el extremo albiazul -y prácticamente todo el alavesismo- fue tachando cada jornada que pasaba hasta quedar libre de los grilletes que le encadenaban a la grada. Tras un mes de sufrimiento, ese ansiado momento se produjo antes del desplazamiento a Huelva. Parecía el momento idóneo para volver a disfrutar de la desequilibrante calidad de Guzmán sobre el césped pero, sin embargo, el pacense debió conformarse con estar sentado en el banquillo como integrante de la convocatoria sin llegar a jugar.

Una evidente decepción -mitigada por el reencuentro albiazul con la victoria- pero que sería solamente el anticipo de lo que estaba por llegar. Y es que en las dos siguientes comparecencias ligueras, ante Mallorca y Ponferradina, el extremeño ni tan siquiera ha llegado a estar entre los dieciocho elegidos por Alberto. Una decisión que, como no podía ser de otra manera, ha generado una pregunta recurrente y hasta el momento sin respuesta en todo el alavesismo ¿Qué pasa con Guzmán? Ese es el gran enigma al que, hasta el momento, nadie ha sido capaz de dar una solución convincente.

Y es que resulta extremadamente compllicado de explicar -y más todavía de entender- que un equipo en el estado carencial del Alavés prescinda de una de sus piezas más desequilibrantes en el tramo definitivo de la temporada, cuando apura sus últimas opciones de aferrarse a la salvación. Pero, por ahora, esa es la decisión de los máximos responsables técnicos de la entidad. Como consecuencia, el mediapunta cumplirá en los próximos días nada menos que ocho semanas sin disputar un solo minuto de juego.

Tratar de encontrar motivos que expliquen esta ausencia supone entrar en el pantanoso terreno de las suposiciones. La versión oficial la ofreció Alberto López en la previa del duelo ante la Ponferradina. El técnico justificó la ausencia de Guzmán de la lista porque, tras su sanción, le estaba costando recuperar el tono. Un argumento que no se sostiene demasiado teniendo en cuenta que sí lo convocó en la primera jornada que estaba disponible y que en el caso de Óscar Rubio, por ejemplo, no dudó en devolverle la titularidad tras catorce encuentros sin jugar. Por lo tanto, resulta obligado ir más allá.

En este sentido, es evidente que su expulsión ante el Mirandés provocó un monumental enfado en los responsables del club del Paseo de Cervantes, que no dudaron en aplicar el régimen interno al jugador. Pero quizás no consideraron esta medida suficiente y el castigo se ha extendido a lo deportivo. Otra opción es que el futuro de Guzmán no pase por Mendizorroza y, al igual que sucedió en el filial, la entidad prefiera no verle sobre el césped. O incluso todo puede limitarse exclusivamente a una decisión técnica. En cualquiera de los casos y sean cuales sean los motivos, se antoja del todo incomprensible prescindir -al menos para tenerlo en el banquillo- del único jugador de estas características que hay en la plantilla y que ya ha demostrado su capacidad para desequilibrar partidos. En Ponferrada, sin ir más lejos, el equipo echó mucho de menos sus mortíferas incursiones por la banda para tratar de buscar la remontada.