Vitoria - Cuando el 7 de diciembre del año pasado Óscar Rubio saltó al césped de Riazor para disputar el encuentro que enfrentaba al Alavés con el Deportivo de La Coruña, muy poco podía imaginar que tardaría nada menos que cuatro meses en repetir la experiencia. Se trataba del primer encuentro de Juan Carlos Mandiá en el banquillo albiazul y esa contienda supuso la cruz aparentemente definitiva sobre el lateral catalán. De disputar absolutamente todos los minutos y ser un fijo en las alineaciones alcanzando una cifra récord de encuentros disputados de manera consecutiva, el ilerdense pasó a verse condenado a un ostracismo cada vez más evidente.
De esta manera, comenzaron a sucederse las semanas en las que ocupaba un lugar en el banquillo o incluso -en la mayoría de las ocasiones- en la grada. Pese a que el equipo tampoco lograba enmendar en demasía su deficiente trayectoria, Rubio no volvió a contar con más oportunidades y se convirtió, junto a Jaume, en el gran damnificado por el cambio que provocó la destitución de Natxo González. Únicamente en la 23ª jornada vislumbró un mínimo rayo de esperanza cuando Mandiá recurrió a él en el minuto 88 del choque ante el Las Palmas para perder tiempo y conservar la valiosa ventaja (0-2) de que disfrutaba El Glorioso en el marcador. Fue, sin embargo, una mera anécdota puesto que el rol del lateral no varió un ápice en las jornadas posteriores.
Hasta que un nuevo relevo en el banquillo le proporcionó otra dosis de oxígeno para continuar manteniendo la ilusión. Sin embargo, en su estreno, Alberto continuó optando por Unai Medina para medirse al Tenerife. Lejos de venirse abajo, Óscar Rubio continuó trabajando con la misma intensidad y profesionalidad que derrochaba cuando era el dueño indiscutible del lateral diestro y apenas siete días después recogió la ansiada recompensa.
Y es que el técnico albiazul le devolvió la titularidad en la 33ª jornada, nada menos que cuatro meses después de la visita a Riazor que había supuesto su última presencia en el once inicial. Pese a tanto tiempo de inactividad, el ilerdense no desentonó -el duelo acabó con derrota (2-0) ante el Tenerife- aunque vio la quinta cartulina amarilla del curso, que le impidió ser de la partida la semana siguiente ante el Castilla.
Un nuevo contratiempo que, no obstante, no ha impedido que continúe contando para Alberto. De esta manera, coincidiendo con la mejor racha en mucho tiempo de El Glorioso -dos victorias consecutivas con el añadido de mantener la portería a cero- que le ha permitido reengancharse a la lucha por la permanencia, Rubio ha vuelto a adueñarse del lateral derecho de la escuadra de Mendizorroza.
Y, parafraseando a Fray Luis de León y su celebérrimo "como decíamos ayer...", bien puede decirse que lo más destacado de este regreso del futbolista catalán es que parece que nunca ha dejado de estar. Con una regularidad a prueba de bomba, ha recuperado el perfil incisivo que le lleva a recorrer una y otra vez de manera incansable la banda convirtiéndose en una notable alternativa ofensiva a la vez que muestra solvencia y segurida en la retaguardia. En los encuentros ante el Recreativo y el Mallorca ha vuelto por sus fueros y su recuperación constituye sin duda una excelente noticia para afrontar el tramo decisivo de la temporada en el que el Alavés está obligarse a aferrarse con uñas y dientes a la categoría de plata.