Vitoria - El Deportivo Alavés comenzó el año 2014 remontando el vuelo en la tabla clasificatoria gracias a su excepcional mejoría en el rendimiento a domicilio al encadenar tres victorias consecutivas como visitante, pero tan pronto como vino, la buena racha desapareció. Nueve puntos de nueve posibles en los compromisos en los campos de Numancia, Las Palmas y Sabadell y, posteriormente, la nada más absoluta. Así, el conjunto vitoriano ha encadenado cuatro derrotas consecutivas en sus últimos cuatro desplazamientos con algunos partidos en los que no ha podido hacer absolutamente nada para puntuar. Vuelta a unas andadas ya conocidas, aunque empeorando aún más el rendimiento de un colectivo que ya hasta el parón navideño se mostró bastante débil cuando le tocó subirse al autobús. Y es que hasta entonces el balance no iba más allá de los cinco puntos con sendos empates en Córdoba y Zaragoza y la victoria en Miranda. Eso sí, en ese periplo no se encadenaron, como ahora, cuatro derrotas consecutivas lejos de Vitoria, una racha negativa que ha llegado justo después de que el equipo viviese su mejor momento del curso al sumar esos tres triunfos consecutivos que supusieron su último respiro antes de hundirse.

Venía el Alavés de ser uno de los visitantes más amables de Segunda División en los cinco primeros meses de competición tras haber logrado solo cinco puntos en nueve desplazamientos, pero el cambio de año pareció sentarle a las mil maravillas a un equipo que se rearmó con una victoria trabajada en Soria, se alió con la fortuna para llevarse los tres puntos del Estadio Gran Canaria en una tarde en la que la suerte estuvo de cara y tocó el cielo con la punta de los dedos tras golear al Sabadell, uno de los equipos más poderosos en casa de la categoría.

La sensacional recolecta a domicilio en los albores de 2014, sumada a los pequeños racimos de un punto a base de empates conquistados en Mendizorroza, sirvió para abandonar la zona de descenso tras la vigésima quinta jornada. Entonces parecía que el bache de los primeros meses del año se había ya superado y que la permanencia estaba al alcance de la mano. Pues bien, todo lo contrario. El abismo se abrió en ese mismo momento bajo los pies de un Alavés incapaz de dar continuidad a su mejoría y que en cuanto regresó a la normalidad perdedora a domicilio se quedó estancado por culpa de su fragilidad como local, donde con sus 21 puntos presenta el peor balance de la Liga Adelante, un registro que solo empeora el Alcorcón con 19 puntos cosechados en Santo Domingo.

Después de protagonizar la sonada goleada en Sabadell, el equipo se volvió a apagar como visitante. Todavía en la visita al Sporting dejó destellos de competitividad e incluso en Gijón se comentó que el equipo por entonces dirigido por Juan Carlos Mandiá era el mejor que había pasado por El Molinón. Pero esa tarde a fortuna rematadora no estuvo de cara y en cuanto los albiazules se vinieron abajo físicamente se vieron superados por un oponente por entonces en un gran momento de forma.

de mal en peor Llegó posteriormente la infame derrota en Alicante ante un Hércules que en apenas un cuarto de hora dejó resuelto un partido en el que se jugaban más que tres puntos. En el Rico Pérez, el Alavés claudicó en los primeros minutos y fue incapaz de conseguir un gol que metiese el miedo en el cuerpo a unos levantinos que no necesitaban demasiado para ponerse a temblar. Dos semanas después, de nuevo el Barça B se aprovechaba de las concesiones defensivas perennes de este Glorioso para impedir una victoria que se había trabajado muy bien durante una hora hasta conseguir ventaja con un gol de Stevanovic que debió servir al menos para puntuar.

El del Mini Estadi fue el último partido de Mandiá en el banquillo, pero en la visita al Tenerife de la mano ya de Alberto la mala racha a domicilio tuvo continuidad, extendiéndose de esta manera hasta los cuatro partidos consecutivos sin conseguir puntuar en los desplazamientos, el peor encadenado del año lejos de Vitoria. En el Heliodoro Rodríguez López, los alavesistas cuajaron una actuación lamentable -decir que fue el peor partido del curso es mucho decir, pero la verdad es que no se quedaría excesivamente lejos de llevarse ese deshonor- con una primera parte para olvidar ante un oponente muy poderoso que incluso pareció no querer hacer mucha más sangre en el duelo.

Se consumaba entonces el paso del todo a la nada. Y con él el hundimiento definitivo de un equipo que encontró en los partidos a domicilio la bombona de oxígeno con la que mantener un hilo de respiración y que se ha ahogado en cuanto se ha visto privado, de manera abrupta, de ese remanso de puntos que le permitía eclipsar su nulo rendimiento como local. Así, el Alavés vuelve a presentar unos registros que le hacen ser uno de los peores equipos a domicilio de Segunda, ya que sus 14 puntos -los mismos que Girona y Jaén- solo los empeoran Sabadell (11 puntos) y Ponferradina, que con solo 10 puntos es el peor en este registro de toda la categoría de plata.