vitoria - Año tras año, inevitablemente se repite la misma película. Conforme avanza la temporada los responsables de los equipos que ocupan la zona baja de la clasificación se consumen presa del nerviosismo y comienzan a adoptar medidas desesperadas buscando una reacción que en raras oportunidades termina produciéndose. La más habitual, también por ser la más sencilla, es el cambio de entrenador. El Deportivo Alavés, por supuesto, no ha sido una excepción y ha intentado escapar del negrísimo pozo en el que se encuentra hundido desde hace semanas también a través de esta vía. Natxo González fue la primera víctima de este movimiento siendo sustituido por un Juan Carlos Mandiá que, pese al espejismo de sus primeras comparecencias, también terminó quemándose en el fuego de la destitución.

En un último intento por revertir la agónica situación de la escuadra de Mendizorroza, Josean Querejeta ordenó un nuevo cambio de rumbo despidiendo al preparador gallego y confiando el timón de la nave a la deriva al segundo de sus predecesores, Alberto López (que contaría con la ayuda de Sendoa Agirre y Javier Zubillaga). Pues bien, desgraciadamente, bien puede decirse ya que esta última descarga para tratar de resucitar al muerto albiazul no ha ofrecido el más mínimo resultado positivo. El encefalograma del equipo continúa siendo absolutamente plano y cada vez queda menos para que concluya una temporada que, salvo milagro, devolverá al Glorioso a las catacumbas de Segunda B.

Y es que los fríos datos no admiten apenas discusión. Desde que ejerce de primer entrenador, Alberto López todavía no conoce la victoria y sólo ha sido capaz de sumar dos de los nueve puntos que se han puesto en liza. Ese triste botín, además, ha llegado como consecuencia de sendos empates en Mendizorroza, que lejos de asemejares a un fortín se ha convertido en un resort de lujo para todos sus visitantes.

En definitiva, que la bala del relevo técnico nuevamente se ha convertido en munición de fogueo demostrando, de paso, que los gravísimos problemas de este Deportivo Alavés van mucho más allá de la identidad del inquilino de su banquillo.