las palmas. El encanto del fútbol reside en que es un deporte inexplicable en el que cualquier cosa puede suceder. Unos cuantos de esos capítulos negativos le ha tocado protagonizar esta temporada a un Deportivo Alavés que ha visto escaparse muchos puntos que por méritos se había ganado. La sempiterna cruz. Pero el balompié, en ocasiones, da la vuelta a la historia y decide que el tiempo de las desgracias tiene que dar paso al de la ilusión. Ayer tocaba la cara. Metido en la trinchera, sometido a un bombardeo incesante durante más de una hora, revolviéndose para achicar espacios y frotándose incluso en ocasiones los ojos al ver que una y otra vez el Las Palmas se chocaba contra la defensa, Goitia o, sobre todo, su propia mala puntería. En pocos partidos en toda la temporada le han creado tantas ocasiones a este equipo, pero el la ruleta el color ganador era el rosa. Quemaron los isleños todas sus balas sin hacer diana y dos ráfagas de su particular pólvora le sirvieron al Glorioso para coronar su resistencia al fuego de un enemigo que sucumbió en la trinchera alavesista.

Plantó de Mandiá de inicio la misma idea futbolística de las últimas jornadas con el 4-1-4-1 -las novedades en forma de nombres fueron Goitia y Luciano-, dando una gran relevancia al trabajo defensivo de los extremos para apoyar a los laterales y también a la presión en zonas adelantadas para tratar de entorpecer la circulación de un Las Palmas que cuenta con la que seguramente es la plantilla de mayor talento de Segunda. Así, a pesar de ese orden y de esas ayudas, el conjunto amarillo generaba peligro cada vez que el Alavés trataba de estirarse y perdía posiciones. Sobre todo las llegadas de Nauzet con los desdoblamientos de Ángel por la banda derecha pusieron en jaque a una zaga vitoriana que sigue penando sus males por el flanco izquierdo. Nada nuevo bajo el sol, ya que Nano, que al menos se proyectó con peligro al ataque, sufre muchísimo al no contar con las ayudas de Jarosik.

Pero tuvo el Alavés de cara en la primera parte esa fortuna que en no pocos ocasiones le ha dado la espalda. Las ocasiones del equipo de Sergio Lobera fueron variadas y, sobre todo, clamorosas. Pero la suerte estaba del lado de un Goitia que sin llegar a intervenir vio marcharse desviados un par de remates a placer de Chrisantus y un escorzo de Aythami Artiles, amén de unos cuantos remates más complicados.

En el otro lado del campo, y a pesar de los consabidos problemas para que lleguen varios albiazules a zonas de compromisos, la efectividad fue total. Y la sensación de peligro, también importante. Abrió el marcador en apenas 12 minutos Ion Vélez también con suerte tras una sensacional jugada colectiva y una internada espectacular de Medina por la banda y aunque no se produjeron más remates entre los tres palos defendidos por Barbosa la defensa insular hubo de respirar aliviada a la conclusión de unas cuantas acciones. Y es que le faltó al cuadro de Mandiá solo una pizca más de certeza en su último movimiento -un pase, un control, un disparo- para abrir un poco más de distancia ante un rival elegante y genial en el toque pero muy poco contundente en defensa.

El ejercicio de resistencia ante viento y marea realizado en la primera parte se incrementó en el arranque de la segunda. Encontraba el Las Palmas vías de agua para su ataque, pero sus propios fallos propiciaron que Goitia se acabara convirtiendo en el gigante bajo palos que nunca ha sido. Como si existiera un muro invisible que tapase el paso por sus tres palos, los canarios se estrellaron una y otra vez asumiendo cada vez más riesgos. Hasta que apareció el artificiero mayor del reino, un Viguera que dejó una jugada para guardar en vídeo. Provocó el riojano un nuevo penalti que reanuda su idilio con los once metros y coronó de esta manera la resistencia en la trinchera de un equipo que recupera a domicilio esos sabrosos puntos que deja escapar en Mendizorroza.