no podía haberse imaginado Iván Crespo una tarde tan maravillosamente perfecta en el día de su estreno en Segunda División. La lesión de Iñaki Goitia le abría, por fin, de par en par esa oportunidad que tanto tiempo llevaba esperando -y mereciendo visto el rendimiento de su compañero, cabe decir- y el guardameta cántabro firmó una actuación notable con la que, ayudado un poco por esa suerte que ha faltado en anteriores ocasiones, echó el candado a una portería alavesista que solo en una ocasión anteriormente, en el duelo con el Sporting, se había quedado a cero. Si a ese logro se le añade la victoria, el cancerbero albiazul era ayer una de las personas más felices de todo el orbe.

Pero no le faltaron los momentos de apuro al guardameta cántabro durante una primera parte en la que el Numancia se mostró extremadamente peligroso en las acciones a balón parado, sobre todo a través de los cabezazos de un Juanma tan habilidoso a la hora de rematar como falto de puntería con tres testarazos que se le fueron desviados por muy poco. Lo mismo le pasó a Natalio con una vaselina, mientras que el resto de disparos sorianos, bastante flojos la mayoría de ellos aunque un centro envenenado de Julio Álvarez le obligó a estirarse, los atajó sin problema alguno el cancerbero albiazul, siempre unos metros por delante de la portería para cerrar espacios y con algunos problemas en un par de saques de puerta en los que el balón salió de sus pies demasiado raso. Por lo demás, la seguridad fue protagonista en todas sus intervenciones y, además, supo ordenar muy bien a una defensa en la que se acumulaban hasta seis jugadores y en la que era fácil que se produjese algún error de coordinación.

Eso sí, para sufrimiento de verdad el de la segunda parte. En el inicio un disparo de Bedoya que llevaba marchamo de gol golpeó en la espalda de Ortiz para salir desviado. Un golpe de fortuna. El segundo, tras una sensacional parada de Crespo a lanzamiento de falta directa de Julio Álvarez con ventaja ya tras el gol de Jarosik, llegó cuando en el rechace Palanca remató fuera con toda la portería para él. Después llegó el penalti de Viguera, pero la dicha no fue plena -aún hubo espacio para la zozobra sobre todo en un balón colgado en el que no midió bien la salida y en un gol anulado ya al final- hasta que terminó el partido y el cántabro pudo festejar el estreno más feliz que podía haberse imaginado.