Soria. Tenía el Deportivo Alavés la necesidad de sumar una victoria que le sirviese para reengancharse a la pelea por la permanencia y consiguió su fin con unos medios bien diferentes a los que había demostrado a lo largo de toda la temporada. Si los errores de bulto habían sido una constante, ayer desaparecieron por completo. Si encajar goles era una rutina de la que no se podía escapar, ayer se evitó ese mal. Si el equipo se mostraba nervioso para manejar marcadores favorables, ayer aguantó y aumentó su renta. Nada es igual, todo es distinto. También el resultado, una victoria basada en la seriedad del trabajo atrás y en el acierto e balón parado para ejecutar un triunfo que tiene que ser la base para evidenciar que algo ha cambiado.

Dio Juan Carlos Mandiá continuidad al sistema 4-1-4-1 con la gran novedad de la inclusión de Emilio Sánchez en el centro del campo, pero en esta ocasión sacrificó la presión adelantada para tratar de fortalecer unas bandas por las que había llegado el principal sufrimiento del equipo. Vélez en la derecha y Toti en la izquierda se convirtieron en dos laterales más a la hora de defender, conformándose de esta manera una línea de seis atrás, con tres hombres por delante y Viguera arriba buscando la salida. Especial relevancia le dio también el técnico gallego a la gran figura numantina, un Julio Álvarez que fue sometido a una vigilancia especial por parte de Ortiz, que le persiguió por todo el campo.

Pese a redoblar esa atención defensiva con la acumulación de varios jugadores, no le faltó al Alavés el sufrimiento, sobre todo en las acciones a balón parado. El central Juanma, todo un especialista en estas lides, cabeceó hasta en tres ocasiones con serio peligro, pero sus testarazos se fueron desviados. Lo mismo que una vaselina magnífica de Natalio. El resto, tampoco mucho más, lo solucionó Crespo sin excesivos problemas.

El conjunto vitoriano fue creciendo en su juego con el paso de los minutos y tras su timidez inicial se soltó, ya fuese a través de la combinación de Toti y Nano por la izquierda o con las diagonales en las que Emilio Sánchez buscaba a Vélez a la espalda de Ripa. Con las apariciones de Viguera, en unas cuantas ocasiones alcanzaron los vitoriano la zona de peligro y llegaron a ensayar unos cuantos remates de cierto peligro en los que intervino Biel Ribas. Tablas al descanso, con ocasiones para ambos bandos y un Alavés comprometido en el esfuerzo, coral en las ayudas e incisivo en sus salidas.

Pisó el Numancia el acelerador en el arranque del segundo acto para ganar unos cuantos metros y moverse, con excesiva soltura, demasiado cerca de los dominios de un Crespo que tuvo la suerte de su cara en un disparo de Bedoya que parecía gol cuando se desvió tras rebotar en Ortiz. Por lo menos, en este sentido la suerte parecía cambiante. En ocasiones precedentes una acción así, o incluso menos peligrosa, hubiese acabado de manera irremediable dentro de la portería.

Resistió cual gato panza arriba el Alavés esos minutos de mayor sufrimiento y a partir de recuperar el dominio del campo se dedicó a percutir insistentemente sobre el canal abierto en el flanco izquierdo de la zaga local, donde Ripa tenía enormes problemas. Se sucedieron unas cuantas acciones de peligro a balón parado hasta que en una falta lateral Emilio Sánchez midió el centro a la perfección para que cabezazo en plancha de Jarosik.

Corría el minuto 68 y Anquela quemaba sus naves al todo o nada con desventaja en el marcador. Riesgos máximos en busca de un gol, pero arriesgando también la sentencia. Una mano salvadora de Crespo, un fallo inexplicable de Palanca, otro error de Toti, varios balones colgados y, finalmente, en otro saque de esquina de nuevo Jarosik como elemento decisivo. Agarrón de Gaffoor, penalti y nuevo acierto por parte de Viguera para rubricar una victoria que tiene que ser el punto de partida para demostrar que, al fin, algo ha cambiado.