El Deportivo Alavés se ha convertido en especialista a la hora de fotocopiar sus compromisos dependiendo de su juega en Mendizorroza o lo hace a domicilio. De un tiempo a esta parte, cuando actúa como local se caracteriza por su dominio, por merecer ganar y desdibujarse a base de errores graves para acabar sumando de uno en uno. Cuando lo hace como visitante, desperdicia horas enteras de juego y comete fallos que le comprometen seriamente hasta acabar firmando reacciones finales que resultan insuficientes. Con Natxo González antes y con Juan Carlos Mandiá ahora, El Glorioso volvió a ser ayer, desgraciadamente, el mismo de siempre. Perdido durante casi una hora, incapaz de darle sentido a su juego y recayendo en unos errores defensivos de colocación y en las pérdidas en zonas de compromiso. Hundido en sus penas durante muchos minutos hasta tirar de casta al final para poner un poco de maquillaje que no oculta sus graves imperfecciones.
Dibujó Mandiá un 4-4-2 con las novedades de Mora, Emilio Sánchez como pivote y Serrano y en los primeros minutos se vio un equipo con un punto más de agresividad y de presión adelantada tratando de entorpecer la salida del Deportivo. El empuje duró lo que el cuadro gallego tardó en explotar su enorme peligro por las bandas, donde encontró cómodas autovías. Los desdoblamientos de los laterales Laure y Luisinho, complementando a los extremos Juan Carlos y Culio, se convirtieron desde muy pronto en el mejor recurso del equipo de Fernando Vázquez, que explotó los flancos de manera directa o con cambios de orientación buscando las espaldas de Rubio y Manu García. Nada desconocido para los vitorianos, que están sufriendo tremendamente en este tipo de acciones y que volvieron ayer a evidenciar que tienen graves problemas para encontrar soluciones a través de unos laterales que se ven, de una manera u otra, desbordados son facilidad sin apenas recibir ayudas.
Tras encadenar un par de acciones que inquietaron a Lux, el cuadro alavesista comenzó a ceder la posesión del esférico por sus problemas para mantener el control tras recuperación. Muchos futbolistas del centro del campo hacia atrás, lo que propició que el Deportivo también sumase jugadores en esa zona. Y mientras los visitantes estaban extremadamente preocupados por cerrar los pasillos centrales, los locales ensancharon al máximo Riazor. Los centros desde las bandas se sucedieron hasta que en un balón a la espalda de Rubio, demasiado hundido en el área con el equipo completamente basculado hacia la izquierda, lo aprovechó Luisinho para desmarcarse, sacar un cómodo centro cruzado que en el segundo palo cazó un Juan Carlos que ganó la partida a una zaga que aún estaba desplazándose, con enorme lentitud, hacia el otro flanco.
Bien pudo ser definitivo el mazazo, ya que en los minutos subsiguientes a ese 29 en el que se produjo el gol deportivista llegó el tradicional hundimiento que sufre El Glorioso cuando recibe un mazazo. En partidos recientes esas desapariciones las ha pagado caras y a punto estuvo ayer de volver a hundirse irremisiblemente en el cuarto de hora final de una primera parte en la que, al menos, pudo salvar los muebles.
Por desgracia, no mucho duró ese resultado ajustado ya que en el arranque de la segunda parte esa condescendencia defensiva alavesista le acabó conduciendo a una nueva desgracia en forma del segundo gol en apenas tres minutos de juego. Una mala salida, una recuperación de los gallegos, un balón filtrado entre Mora y Jarosik y gol de Bastón.
Durante una veintena de minutos, el Alavés volvió a ser un muerto viviente, todo un zombi que deambuló sobre el césped de Riazor como alma en pena cometiendo un error detrás de otro y pudiendo llevarse un buen carro de goles. Pero, de un chispazo, casi de la nada, el equipo se conectó de nuevo al partido. Fue en un saque de esquina cedido de manera incomprensible por Juan Domínguez en el que Manu García fue agarrado en su avance. Penalti que Viguera no yerra. Y, de nuevo, el equipo de casta y carácter. El resucitado, que a punto estuvo de remontar en apenas dos minutos con otro gran servicio desde la esquina de Serrano en el que Lux se exhibió para atajar el cabezazo picado de Jarosik. Pero, de nuevo, una reacción insuficiente para paliar todos los males que a domicilio viene arrastrando el equipo.