cuando hace 25 años Augusto César Lendoiro (Corcubión, La Coruña, 6 de junio de 1945) asumió la presidencia del Deportivo de La Coruña en una tercera convocatoria electoral en la que fue el único capaz de reunir los avales necesarios para acceder al cargo nadie en el entorno del club gallego podía siquiera vislumbrar todos los avatares que la entidad iba a atravesar a lo largo de un cuarto de siglo de un mandato peculiar que en breve puede acabar ya que unas nuevas elecciones están a la vuelta de la esquina y los ánimos están caldeados en contra de este profesional de la presidencia que llevó al deportivismo a la gloria sobre el césped, pero que también le ha conducido a una ruina económica que dibuja un horizonte extremadamente complicado en el que la silueta de Lendoiro parece no tener cabida alguna. Eso sí, en estas cosas nunca se sabe y su nombre será uno de los elegibles. Y es que ahí sigue manejando los hilos un club concursado que arrastra una deuda estratosférica de 160 millones de euros, que otrora fue orgulloso Superdépor y que ahora vive la vergüenza de sufrir el mayor agujero económico de todo el fútbol español, que no es poco decir.
A sus 68 años, su vida se ha dividido entre el sillón presidencial de Riazor y los más ilustres butacones políticos. A los 15 años ya era el presidente de un equipo amateur en La Coruña. Visión de futuro, ya que en el Ural, donde también era entrenador, jugador y utillero, comenzó una trayectoria presidencial en el fútbol que no ha interrumpido desde entonces. Licenciado en Derecho que nunca ha ejercido la abogacía y director del Liceo La Paz, un colegio privado coruñés en el que impulsó el hockey sobre patines y lo convirtió en el deporte de referencia de la ciudad, la faceta de mandatario deportivo es la más reconocida, pero bajo el manto del Partido Popular ha sido concejal de la ciudad (1987-1999), presidente de la Diputación Provincial de La Coruña (1995-99), senador en las Cortes Generales (1989-90) y diputado en las Cortes Generales (1993-95), además de alto cargo de la Xunta, aunque en las urnas nunca alcanzó sus objetivos.
La retirada del primer plano político, en 1999, vino marcada por su profesionalización como presidente, una exigencia de las peñas del club para que se dedicase en exclusiva a los asuntos de la entidad. Su sueldo desde entonces, el 1% del presupuesto del club. Teniendo en cuenta los años de vacas gordas que se vivieron en Riazor, unas cifras para nada desdeñables -se estima que se ha embolsado alrededor de 8 millones de euros- que recientemente, tras la entrada en concurso, se han visto rebajadas a 7.000 euros brutos mensuales. No es moco de pavo por llevar a un club a la más absoluta ruina.
Pero esa cara, la oscura de su mandato, ha salido a la luz en los últimos años. En los primeros, todos los que le conocían y veían el funcionamiento del Deportivo y su espectacular rendimiento le calificaban como un gran gestor. Tanto es así que incluso el Real Madrid sondeó la posibilidad de ficharle. Presidente, director general y secretario técnico en Riazor. El hombre para todo. Y con buen ojo en los fichajes -sus negociaciones en cenas interminables que a veces se han prolongado hasta el amanecer son históricas-, hay que reconocer. No en vano, ahí están los Mauro Silva, Djukic, Fran, Bebeto, Makaay, Djalminha, Rivaldo, Valerón... Nombres hoy históricos y otrora desconocidos cuando desembarcaron en La Coruña para engrandecer a un Deportivo que en la vida podía haber soñado con ganar una Liga y dos Copas, además de protagonizar unas cuantas gestas en España y Europa y ganarse el cariño del mundo del fútbol. De todos ellos, el 4-0 al Milan en Riazor para entrar en semifinales de la Champions y, sobre todo, el Centenariazo en la final de Copa de 2002 en el Bernabéu ante el Madrid son los más recordados.
El deportivismo vibró entonces, pero ahora muchos no dudarían en cambiar los títulos por un futuro despejado. Y es que durante esos años los desembolsos económicos del club herculino estuvieron muy por encima de los ingresos y el agujero se fue ensanchando hasta la citada cifra de 160 millones de euros amparada en la opacidad en la gestión de su mandatario. Alejado de la Champions, los ingresos se hundieron. El primer descenso a Segunda tras dos décadas en Primera, fue otro rejonazo. La nueva pérdida de categoría el pasado verano, fue casi el epitafio de muerte. Y es que, el Deportivo comenzó la temporada casi de manera milagrosa al arrastrar 12 millones de euros de deuda con los jugadores. En enero llegará el momento de negociar el convenio que dibuje el futuro del club y también en el primer mes del nuevo año se llevarán a cabo las elecciones que pueden acabar con el mandato del eterno presidente profesional. O no.