Vitoria. Natxo González rumiará durante mucho tiempo el tren que se le escapa con su destitución al frente del Deportivo Alavés, pero en su recuerdo acabarán prevaleciendo los momentos gratos y en su currículum los no pocos logros atesorados al frente de un equipo al que sacó del pozo de la Segunda División B. La tristeza por la salida es evidente y más lo es el regusto amargo que le deja en el cuerpo esa sensación de que la confianza existente en las que han de tenerla era la justa, pero en la mochila se lleva un ascenso, la demostración que es un entrenador enormemente cualificado y el cariño de un club y una ciudad que hace año y medio apenas le conocían y que le han erigido ahora, y con razón, a los altares del alavesismo. "Has entrado en la historia del Deportivo Alavés porque nos has sacado de la Segunda B y lo recordaremos y te lo agradeceremos siempre". El epitafio que el presidente Alfonso Fernández de Trocóniz puso sobre la tumba deportiva del ya exentrenador alavesista, que ni guardó balas ni olvidó agradecimientos medidos en su despedida, la segunda, de su club.
Sosegado y de discurso rápido y conciso. Sabiendo muy bien qué y cómo quería decir. Y eso que emotividad no faltó. Sobre todo en el momento en el que hizo referencia a su familia. Su mujer y sus hijos, con los que vuelve ahora a Cataluña para seguir formándose viendo mucho fútbol hasta junio y buscando un nuevo proyecto para el curso que viene. Y, sobre todo, cuando habló de sus padres, de su sufrimiento durante estos días duros que han tenido que pasar y de esos valores que le inculcaron cuando era un chaval del barrio de Ariznabarra que soñaba con ser entrenador profesional. Las lágrimas asomaron, pero no se derramaron.
Señalaba Natxo González que las sensaciones se le habían amontonado y sucedido en los últimos días. Unas veces arriba, como cuando recordaba el ascenso. Otras abajo, como cuando mascaba la destitución. El hombre que más ha hecho por el alavesismo durante los últimos años, el que ha regenerado la ilusión perdida, se acordaba de la Plaza de la Virgen Blanca disfrutando, de los niños vestidos por fin de albiazul, de las lágrimas de otros alavesistas como él... "Son imágenes que siempre irán conmigo y eso no me lo va a quitar nadie".
El peso del cariño de la afición y del alavesismo es tal que la balanza del técnico vitoriano se marcha de regreso a su otro hogar desequilibrada. También en lo deportivo deja Mendizorroza mejor que cuando llegó, ya que su nombre ahora es por todos conocidos gracias a su excepcional pasado curso. Eso sí, la sensación de que no ha tenido apenas opciones para asentarse y sacar su segundo objetivo adelante le acompañarán durante un tiempo. Precisamente, el mismo que considera que le ha faltado para enderezar un proyecto que ya comenzó torcido -y no por su culpa-, que ha encontrado muchas piedras en el camino en forma de infortunio y que encima se ha visto perjudicado por unos resultados que en nada se corresponden a lo visto en el césped.
"Me renovaron para consolidar la categoría, pero no he tenido tiempo para consolidar el proyecto. Priman los resultados, pero creo que no he tenido tiempo para adaptarme y adaptar el equipo a la nueva categoría, se han sufrido muchas incidencias y los resultados no se corresponden al juego. Si tuviésemos 5 o 6 puntos más, que no sería tan extraño, no estaríamos así. Los resultados son una excusa para tomar esta decisión y me voy con una sensación agridulce porque me sentía parte del proyecto y creo que soy la persona idónea", espetó.
Despedida del vestuario "Venceréis, pero no convenceréis", diría Miguel de Unamuno. "Respeto los motivos, pero no los comparto", aplicó Natxo González. "El sentimiento alavesista me ha hecho involucrarme más si cabe y ese es un valor que no siempre se aprecia. La responsabilidad que me inculcaron mis padres va siempre conmigo y nunca me echarán de ninguna parte por no ser profesional en mi trabajo, pero aquí he dado incluso un punto más", señaló el técnico, que bromeó diciendo que se va con la vista bastante peor que cuando llegó y no pocas canas que antes no existían en su abundante cabellera.
Con todo ello, Natxo González abandona el Alavés con la sensación de que se ha reafirmado como entrenador y se ha visto preparado para competir en el fútbol profesional y, al mismo tiempo, tranquilo con el futuro y la estabilidad del equipo, del que se despidió ayer antes del entrenamiento. "Sabíamos que iba a ser un año complicado y encima se han dado muchas incidencias que han impedido que exista progresión, pero me voy tranquilo y así se lo he transmitido a los jugadores. No veo al equipo muerto. Hemos cometido errores y hemos vuelto a la carga, aunque los resultados nos han dado la espalda", concluyó el técnico vitoriano, que también transmitió personalmente su apoyo a Juan Carlos Mandiá y transmitió al alavesismo la necesidad de cabalgar todos juntos para que el club siga creciendo.