vitoria. Para el Deportivo Alavés la llegada del mes de noviembre supone, desde 2009, el momento de afrontar sus obligaciones con el pasado, la hora de pasar por caja para solventar las deudas de un concurso de acreedores que aún le mantiene con la corbata fuertemente ajustada al cuello y que se mantiene como una amenaza a pesar de que los puntos de mayor tensión, en los cuales la supervivencia de la entidad llegó incluso a estar en riesgo, ya se han superado. El club del Paseo de Cervantes no se encuentra en ese estado crítico que hace apenas tres años hizo temer por su vida, pero de momento sigue siendo un enfermo que no tendrá cura hasta finales del año 2014. Será entonces cuando tenga que hacer frente al último de los cinco pagos del convenio de acreedores que quedó rubricado el 19 de noviembre de 2009 y a partir de entonces se quitará de encima un yugo que le exprime alrededor de un millón de euros anuales con los que El Glorioso paga las deudas de su pasado más oscuro. Llega noviembre, caen las hojas y regresa el frío. Y para el Alavés, llega la hora de rendir cuentas, aunque con la luz que emerge al final del túnel cada vez más cercana. No en vano, se trata del penúltimo noviembre negro para las arcas de la sociedad.
La obligación de pago que en estos días tiene que asumir se lleva a cabo ahora con total tranquilidad, pero ha sido preciso un ejercicio de ingeniería financiera para que así sea. El primer paso fue la firma del convenio de acreedores en el que la deuda de 25.159.954,08 euros quedó reducida prácticamente a la mitad para quedarse en una cifra final de 12.949.341 euros. Tampoco esa cantidad era asumible para las arcas de un club muy mermado, pero ahí fue fundamental el apoyo económico de la Diputación, entonces regida por el PNV, que diseñó un plan estratégico para que su parte de la deuda, prácticamente la mitad de todo el concurso, quedase contraprestada a través del alquiler de los terrenos de Izarra y mediante la suscripción de un convenio muy importante que a día de hoy (1,3 millones era su cifra inicial, pero se revaloriza con el ascenso del club a Segunda) continúa siendo una de las bases económicas -junto al contrato televisivo y la campaña de abonados- sobre la que se asienta la estabilidad de presente y futuro del club.
Pero para que se alcanzase la tranquilidad actual hubo de atravesarse anteriormente una fase de zozobra, ya que hasta la entrada del grupo inversor comandado por Josean Querejeta la sensación fue de constante asfixia. No en vano, el gran pacto institucional en el que también están implicados Ayuntamiento y Gobierno Vasco no fue tal hasta el desembarco del directivo en el planeta fútbol. Sus predecesores en el club, Fernando Ortiz de Zárate y Alfredo Ruiz de Gauna, no disfrutaron, ni de lejos, de los parabienes del actual rector alavesista.
enorme tensión Y es que nadie parece recordar ya aquellos meses de tensión que fueron desde la firma del convenio en noviembre de 2009 hasta el 24 de junio de 2011, cuando finalmente se concretó el acceso del grupo inversor. Poco más de año y medio, sí, pero un período en el que el club quedó del todo abandonado a su suerte y en el que sus mentores, primero Ortiz de Zárate y luego Ruiz de Gauna, hubieron de hacer malabarismos para abonar los pagos requeridos a través de denuncias, ya fueran de los créditos privilegiados (1,1 millones reclamados de manera casi inmediata y que se abonaron a principios de 2010) o del primer pago del concurso. Las denuncias por incumplimiento de convenio se acumulaban en Mendizorroza e incluso hubo momentos en los que la desaparición se contempló como un riesgo real, ya fuese por liquidación judicial o por descenso a Tercera por impagos. Los esfuerzos de Ortiz de Zárate y la entrada de dinero a través de Ruiz de Gauna solventaron, a duras penas, esos días de negros nubarrones, pero sin ayuda institucional, negada a ambos, el cierre era el único futuro.
Y es que, con el club en Segunda B, la posibilidad de conseguir los ingresos necesarios únicamente a través del propio funcionamiento del club era un imposible. Se necesitaba el apoyo de las instituciones y las mismas solo lo brindarían si antes se llevaba a cabo una ampliación de capital, la que finalmente completó el grupo inversor de Querejeta, la que abrió las puertas a los acuerdos y que supuso el principio del fin a los males de la entidad. Y es que esa inyección económica de 2,5 millones, unido a un crédito por parte de Kutxa Bank de 1,8 millones para alcanzar una inversión de 4,3 millones, sirvió para hacer frente a los pagos de la primera cuota concursal y también para finiquitar el abono de las nóminas de la plantilla del curso 2010-11, a la vez que aseguró la estabilidad del club.
Desde ese momento, el Alavés vive instalado en una cierta tranquilidad. En los meses de noviembre de 2011 y 2012 cumplió con esos pagos de alrededor de un millón de euros y en estos días afronta un nuevo abono. No va sobrado en su tesorería, pero cuenta con el remanente suficiente como para que las sombras del pasado no oscurezcan su futuro. La de 2013 es la penúltima cuota del concurso y la última llegará en un año. Será, además, un poco superior a la actual, ya que en el último pago hay que abonar también los créditos subordinados, que suponen 190.000 euros más a añadir a la deuda ordinaria. Entonces, cuando haya quedado en paz con su pasado, el Alavés podrá mirar al futuro sabiendo que todo el dinero de que disponga se lo podrá gastar sin tener que aplacar ninguna cuenta pendiente.