Vitoria. Un simple repaso a las estadísticas del Deportivo Alavés en la presente temporada sirve para constatar rápidamente una evidencia, el conjunto vitoriano se desangra en defensa. En las doce jornadas disputadas hasta el momento ha encajado la friolera de 18 goles -una cifra que se dispara hasta la espeluznante media de dos tantos recibidos en sus seis comparecencias más recientes-, lo que evidentemente ha supuesto un lastre muy importante para tratar de sacar adelante esos compromisos. Al menos, su acierto ante las porterías rivales (19 dianas) le está permitiendo equilibrar mínimamente el agujero de su zaga y mantenerse fuera de las plazas de descenso. Sin embargo, a nadie se le escapa que mantener ese dramático torrente de goles en contra pondría en serio peligro el objetivo albiazul.

Por ello, resulta especialmente interesante rescatar un ejemplo del pasado que puede servir de perfecto espejo que devuelva una imagen de esperanza para el futuro. Se trata del Alavés de la temporada 1995-96 que, como en el caso actual, también regresaba a la categoría de plata después de varios años de ausencia. Entonces, a las mismas alturas del campeonato, el combinado que entrenaba el ya desaparecido Txutxi Aranguren había encajado nada menos que 17 goles. Es decir, sólo uno menos que en la actualidad. Por el contrario, había perforado las porterías rivales 16 veces, tres menos que ahora. En su casillero contaba con 15 puntos (uno más que el equipo actual) que le permitían ser décimo en una categoría con veinte integrantes.

En aquel momento, como ahora, la escasa fortaleza de la retaguardia era la principal preocupación de técnicos y aficionados y el motivo de que no se augurase un futuro demasiado halagüeño. Sin embargo, El Glorioso fue capaz de protagonizar un espectacular cambio de rumbo y enderezar por completo la situación. Una receta que debe tratar de repetir en el curso actual. Porque lo cierto es que el resultado final no pudo ser más satisfactorio.

Y es que lejos de pasar apuros para conservar la categoría -como cabría esperarse de un recién ascendido que además arranca la Liga con una hemorragia de tantos en contra-, aquella escuadra estuvo rozando el ascenso a Primera División hasta el último momento. De hecho, se quedó a las puertas de disputar la promoción al no poder pasar del empate a cero en el último partido del campeonato, que no fue otro que el recordado derbi en Las Llanas con un Sestao ya condenado a la desaparición y en el que militaban varios jugadores que el año siguiente defendieron la elástica albiazul.

La explicación de semejante cambio resulta bien sencilla. El Alavés encontró la fórmula para candar su portería. De esta manera, si en las doce primeras jornadas del campeonato había encajado 17 goles, en las 26 siguientes únicamente recibió 27 más para totalizar un global de 42 dianas en contra. Ello le permitió acabar el campeonato con 61 puntos, en séptima posición y a sólo uno del Extremadura, que fue el último en obtener el pasaporte para la promoción y que terminó logrando el ascenso. En definitiva, un perfecto ejemplo que demuestra que el Alavés actual aún se encuentra a tiempo de recuperar la senda de la solvencia defensiva y, con la recobrada eficiencia de la retaguardia por bandera, aspirar a progesar paulatinamente en los resultados y las aspiraciones clasificatorias. Ahora bien, si no es capaz de dar con la fórmula para frenar la hemorragia, su futuro se presentará bastante más negro.