Vitoria. El Deportivo Alavés se va a encontrar esta tarde con un equipo completamente diferente a casi todos sus competidores en Segunda División. Nada de pertrecharse atrás. Nada de ceder el balón al contrario. Nada de especular. El filial del Barcelona es el reflejo del primer equipo y, al mismo tiempo, supone el último escalón en la formación de unos jugadores que han de amoldarse a un estilo de juego muy particular desde que ingresan en La Masía. En la cantera culé toda la formación va destinada a que sus jóvenes promesas se adapten a una manera de entender el fútbol muy peculiar y que requiere de un largo proceso de aprendizaje. El mismo sistema, los mismos conceptos tácticos, el mismo gusto por el balón, la misma tendencia a jugar al ataque... Desde los equipos de los más pequeños hasta la cúspide de la pirámide blaugrana, el estilo siempre es el mismo. Y para encontrar el origen del mismo hay que remontarse en el tiempo un cuarto de siglo atrás, al 4 de mayo de 1988. En dicha fecha desembarcó en el banquillo del Camp Nou Johan Cruyff, el hombre que llevaría la revolución a Can Barça y el que sentó las bases de un estilo de fútbol total que hoy se mantiene como filosofía del club y que siguen al pie de la letra muchos de los que fueron sus pupilos durante esa gran época dorada de principios de los noventa, los años del Dream Team. Uno de los alumnos aventajados de Cruyff es Eusebio Sacristán, el actual técnico del filial barcelonista que sigue al pie de la letra esos dictados irrenunciables en La Masía desde que el genio holandés instaurase esa particular forma de entender el fútbol.

Nadie puede negar a día de hoy que fue Johan el gran revolucionario del Barcelona y que el presente del club culé no puede entenderse sin su presencia. Y eso que al principio no le faltó un sector contestatario y que su salida resultó traumática. Pero, a fin de cuentas, el legado es lo que queda. Ahí están los títulos y los vídeos, pero, sobre todo, ahí está la filosofía que en Can Barça se ha mantenido inalterable a lo largo de los años. Y ese particular estilo de entender el fútbol lo siguen ahora muchos de los que fueron sus discípulos y grandes estrellas a sus órdenes. Y es que muy pocos entrenadores pueden jactarse de haber creado una escuela de técnicos como lo ha hecho el holandés, ya que cerca de una veintena de los que fueron sus jugadores se dedican ahora a la dirección y mantienen vivos sus postulados.

Johan Cruyff también tuvo que aprender antes de ser entrenador y su maestro fue el histórico Rinus Michels, quien llevó el fútbol a un grado de perfección desconocido al frente del Ajax y de la selección holandesa en 1974. Allí el por entonces delantero Cruyff era su gran figura y cuando dio su paso a los banquillos dio continuidad a una filosofía que tenía al balón por encima de todo. El fútbol total, los rondos, el sistema 4-3-3, la creación de superioridad numérica en el centro del campo, la velocidad en la circulación del balón, el intercambio de posiciones, el juego sin delantero centro, la posesión del esférico en campo contrario, el juego con extremos abiertos... Lo que Michels inventó, Cruyff lo perfeccionó y, recientemente, el último heredero, Pep Guardiola, lo llevó hasta el límite de lo sublime.

Un estilo inigualable Ha sido Guardiola quien ha llevado, en su propia casa, el juego del fútbol a una perfección prácticamente inimitable, pero muchos de los que fueron sus compañeros durante aquella época dorada también siguen manteniendo el estilo ahora desde los banquillos. Uno de ellos es Eusebio Sacristán, quien llegó al Barcelona de la mano de Cruyff en la temporada 1988-89 tras abonar 150 millones de pesetas al Atlético de Madrid y permaneció durante siete temporadas en la disciplina culé antes de marcharse al Celta y colgar las botas en su Valladolid como uno de los históricos de la Liga española. Ni era rápido. Ni un gran regateador. Ni mucho menos goleador. Pero el catedrático de La Seca fue una pieza indiscutible de esa forma de entender el fútbol que es hoy el Barcelona. Y lo fue por ser un pensador, una mente privilegiada, un cerebro en el césped. Quizá sin su presencia no se podría entender al actual Barça. No en vano, él fue quien forzó la famosa falta del gol de Ronald Koeman en la final de la Copa de Europa de 1992, la que marca un antes y un después en la historia culé.

Finiquitada su larga carrera sobre los terrenos de juego, el camino no podía ser otro que el paso a los banquillos. Quería ser profesor de alumnos como él había sido discípulo del gran maestro. Y tampoco fue extraño que el Barcelona se fijase en él como ayudante de Frank Rijkaard. Hacía falta un ideólogo que regase la filosofía de Cruyff. Tras otra etapa triunfal, el desembarco de Pep Guardiola le hizo ver que era el momento de volar en solitario para implantar su filosofía en otro puerto.

Regreso a casa La oportunidad le llegó de la mano de un Celta que en marzo de 2009 veía peligrar su supervivencia con la amenaza del descenso a Segunda División B sobre la cabeza. Salvó al cuadro celeste y hundió entonces al Alavés en un partido letal a tres jornadas de la conclusión de la Liga. Apostó por la cantera y en el siguiente curso, ya desde el principio en el banquillo, logró también la permanencia. El círculo se cerró hace dos veranos, cuando en Can Barça se acordaron de nuevo del catedrático de La Seca. ¿Quien mejor para enseñar de fútbol, para ejercer de profesor, para seguir inculcando la filosofía de Cruyff, que quien la mamó de primera mano? Eusebio cumple su tercera temporada en el filial blaugrana tras dos años muy cómodos y esta tarde el Deportivo Alavés tendrá que enfrentarse a un equipo completamente distinto al resto, un equipo de ataque, un equipo de posesión, un equipo de fútbol. En resumidas cuentas, un equipo que lleva el genuino sello de su maestro.