Jaén. Sueños. Entrenamientos. Ilusiones. Sudores. Alegrías. Lesiones. Decepciones. Goles. Muchas sonrisas y apenas unas pocas lágrimas. Algo más de diez meses de trabajo desde que la pretemporada arrancara el pasado mes de julio para llegar hasta este momento. Tanto tiempo de sacrificio, de duro trabajo cada día en los entrenamientos y de un sinfín de partidos resueltos mayoritariamente de manera positiva han conducido a la particular final a doble vuelta a la que ahora tiene que hacer frente un Deportivo Alavés que ya no puede seguir más tiempo aguardando. El cielo, llamado en estos momentos Segunda División y Liga de Fútbol Profesional, no puede esperar. Ya ha sido demasiado tiempo en el infierno y toca, por fin toca, el momento de disfrutar de una alegría. Habrá que esperar una semana más para que ese descorche de júbilo pueda vivirse, pero el primer paso para entrar en el cielo pasa por llamar a sus puertas y eso es lo que tratará de hacer El Glorioso esta tarde en su visita a Jaén, donde quiere conseguir un resultado que allane su camino de regreso a la categoría de plata tras cuatro años de penurias y excesivas decepciones en la Segunda B. Es el momento de quitarse los harapos y ponerse el traje de gala. Es el momento de que un equipo, una ciudad y una provincia vuelvan a recuperar el lugar balompédico que se merecen. Es ahora o quizá nunca.

Acabada la fase en la que se premia la regularidad, comienza el período de los duelos a cuchillo. Nada tiene que ver el play off con lo visto hasta la fecha. Como mucho, y a un nivel muy inferior por las alturas del curso, se parece a las eliminatorias coperas. O a ciertos choques puntuales en la competición liguera. Pero el caso es que en las primeras el fracaso era asumible, mientras que en la segunda el margen de error era amplio. Existe también ahora ese espacio al fallo por esa red que tienen los campeones, pero exponerse a tener que superar dos eliminatorias después de un varapalo enorme no es algo que entre en estos momentos en la sesera de ningún alavesista. La única opción es subir a la primera, ya que la repesca es una solución que a nadie agrada cuando se tiene el objetivo tan cerca como ahora.

Con esa meta del ascenso inició el equipo alavesista la temporada y con la ilusión de dar un paso de gigante llegó ayer a la capital jiennense. Los pupilos de Natxo González han ido superando todos los retos que se le han puesto por delante, pero ahora queda el más difícil de todos, el de consumar el objetivo con el que se puso en marcha este proyecto allá por el lejano mes de julio. Los sobresalientes tanto en la Copa como en la Liga ya han quedado archivados en la memoria, pero la nota, la matrícula de honor, se consigue en el play off. De nada sirve todo lo conseguido hasta la fecha si ahora, en el examen definitivo, no se alcanza el objetivo. Es triste, mucho, pero es así.

Con toda esta presión sobre los hombros, manejar los nervios y mantener la cabeza despejada son dos premisas innegociables para un equipo que siempre ha dado la cara cuando así se le ha exigido. En los partidos a vida o muerte que ha tenido que afrontar, el más reciente ejemplo se encuentra en San Mamés, el Alavés de Natxo González ha respondido con creces y ese poder de sacrificio para sobreponerse a los problemas se convierte en un aval para esta eliminatoria.

Ya ha dejado claro El Glorioso que no es un equipo que se amedrenta ante nada. Le cuesta ganar, pero es muy difícil que alguien le supere. Esa ilusión por el ascenso será la que ponga el equipo en La Nueva Victoria. Justo donde se celebró el último ascenso a Segunda se puede poner la primera piedra de un nuevo éxito en la historia de un club que está necesitado de alegrías.