DESPUÉS de cuatro largas y penosas temporadas en el pozo de la Tercera División, al que había caído como consecuencia de sus gravísimos problemas económicos, el 1 de mayo de 1990, con Elgoibar como escenario, el Deportivo Alavés atisbó por fin un poco de luz al final del túnel. El ansiado ascenso a Segunda B supuso una dosis de alegría dentro de una travesía por el desierto que se antojaba interminable y abrió el camino de una escalada que sería también larga y tortuosa pero, al mismo tiempo, imparable.

Y es que nada más reintegrarse a la categoría de bronce, El Glorioso dejó claro que no iba a necesitar periodo de adaptación alguno y que desde el principio presentaba sus credenciales a las mayores cotas posibles. Ese regreso coincidió con la decisión de la Federación Española de instaurar un nuevo modelo de competición. Si hasta entonces subían directamente los cuatro primeros de cada grupo, a partir de ese momento serían los cuatro mejor clasificados de cada lote los que pugnaran por el premio gordo. Un estreno que dio inicio también a la particular historia de amor-odio del Alavés con los play off.

De entrada, la modificación de la reglamentación cayó bien en Mendizorroza, aunque con el paso del tiempo más de uno cambió de idea. "Los directivos vinieron muy contentos de Madrid cuando les comunicaron que se iba a jugar esta liguilla. Anteriormente, solo subía el primero del grupo y todos pensaban que el Santander nos iba a sacar muchos puntos. Yo entonces les advertí que esa liguilla no era positiva para nosotros porque ese equipo en uno o dos años iba a ser primero e iba a subir directamente. Al final el tiempo me dio la razón y hasta la quinta temporada no se produjo el ascenso". Quien recuerda como si fuera ayer este momento de hace más de dos décadas es Luis Astorga, el técnico que se sentaba en el banquillo local del Paseo de Cervantes.

Instalado desde hace años en Burgos, donde ejerce de comentarista deportivo para la Cadena Ser, el que fuera entrenador alavesista condujo con mano firme la nave durante la temporada regular provocando que la ilusión se disparase entre la afición. Tras haber celebrado hacía menos de un año un ascenso, se presentaba la oportunidad de encadenar otro de manera consecutiva. Sólo el Racing de Santander acabó por delante en la clasificación aquel curso, y el conjunto de Mendizorroza quedó emparejado con Compostela, Badajoz y Alcoyano.

Un lote a priori no excesivamente complicado pero que a la postre se descubrió inaccesible para un equipo que terminó pagando el peaje del novato. Una apreciación en la que prácticamente coinciden todos los protagonistas de aquella campaña. "Empezamos jugando contra el Compostela, que se suponía que no tenía demasiado equipo pero nos ganaron en casa y a partir de ahí fuimos un poco hacía abajo", recuerda José María Otaduy, mucho más conocido para todos por Txosa.

El potente delantero, que reside actualmente en Mondragón y confiesa haberse desenganchado bastante del balompié -"no he vuelto a tocar un balón desde que me retiré, a mí lo que me gustaba era jugar, verlo ya es otra cosa", asegura- apunta a otra de las claves del desenlace de ese play off inicial. "Para nosotros el hecho de disputarlo ya era un premio, el ascenso no era un objetivo en sí mismo. El equipo no estaba confeccionado para subir. Los otros sí que iban con esa obligación y se notó".

En parecidos términos se expresa el vitoriano Patxi Pérez, por entonces un joven producto de la cantera albiazul y en la actualidad profesor de economía en Egibide y monitor de pádel para seguir manteniendo vivo el contacto con el deporte. A él le tocó defender la portería albiazul en el duelo inaugural, ante el Compostela. "Agirreoa salía de una lesión y empecé jugando yo. Parecía que el mister me iba a dar bola pero al final eligió al veterano. En ese partido empezamos ganando pero nos empataron de penalti y al poco nos metieron el segundo", evoca.

Pese al paso del tiempo, hay aspectos de aquella liguilla que aún permanecen indelebles en la memoria de Pérez. "No he vivido un partido con tanto calor en mi vida como el de Alcoi. Salías de la ducha y al momento estabas seco. Fue un infierno", destaca. Algo similar a los viajes. "Ahora las cosas han mejorado mucho pero entonces te metías en el autobús y a hacer kilómetros durante horas y horas. Lo único que nos quedaba era jugar a las cartas y ver películas".

En lo estrictamente deportivo, el guardameta tiene claro que el último puesto que ocupó El Glorioso a la conclusión del play off fue totalmente merecido. "La verdad es que nos dieron unos repasos que para qué", reconoce.

Para su entrenador, el punto de inflexión estuvo en el choque inaugural. "Subimos de Tercera con un equipo acostumbrado a atacar siempre y repetimos ese estilo en Segunda B, pero no supimos cerrar los partidos, sobre todo el primero contra el Compostela que lo teníamos ganado y nos superaron con un tal Melo que era rapidísimo", reflexiona Luis Astorga.

Un argumento en el que también incide Roberto Ortiz de Urbina, uno de los puntales de aquel equipo. "Pecamos de falta de experiencia porque al Compostela le íbamos ganando jugando bien y no supimos matar el partido aunque fuera perdiendo tiempo. Después cuando fuimos a Alcoi nos metieron cuatro y ya no fuimos capaces de remontar. No supimos competir", zanja.