Vitoria. El ritmo de la exigencia no desciende ni un ápice para un Deportivo Alavés que tiene que sobreponerse de manera inmediata al error, inesperado error habría que decir, cometido hace apenas siete días contra el Racing B. Una derrota que no entraba en las cuentas de ninguno de los implicados en la pelea por el liderato y que ha servido para reabrir la lucha por el mismo, que hubiese quedado muy bien encaminada para los intereses albiazules de haber cumplido con los pronósticos en Santander. Pero como no fue así y eso ya no se puede remediar, la solución hay que ponerla con un triunfo ante el Zaragoza B que, a expensas del resultado del Eibar en su complicado duelo con el Amorebieta y tras la derrota del Bilbao Athletic ayer en Barakaldo, podría servir para recuperar parte de la tranquilidad que se perdió hace una semana.

Y es que, por mucho dramatismo que se haya desatado en el entorno del club en los últimos días, lo único que perdió el Alavés en La Albericia fue el margen de seguridad que con tanto trabajo se había labrado. Hay quienes se han llevado las manos a la cabeza y han pintado un negro horizonte para el equipo de Natxo González, pero lo único cierto en estos momentos es que la posición de ventaja está teñida con los colores blanco y azul. Había un colchón que permitía un tropiezo y ese fallo ya se ha cometido, así que la obligación ahora es retomar la senda del triunfo. Después, si los resultados de los rivales acompañan -uno de ellos ya lo ha hecho- la tarde festiva de San Prudencio resultará perfecta.

Para conseguir ese nuevo triunfo en Mendizorroza, donde en la segunda vuelta el cuadro albiazul solo ha cedido un empate (Barakaldo) y una derrota (Osasuna B), hay que volver a echar mano del guión de unos últimos partidos en el estadio del Paseo de Cervantes que han sido bastante cómodos para su propietario, que tras los problemas en el arranque del curso cada vez se siente más cómodo y resolutivo cuando ha de ejercer de anfitrión.

Los últimos partidos en Mendizorroza han estado marcados por un dominio absolutista de los vitorianos, que han manejado balón y ritmo con soltura para encadenar tres victorias consecutivas (UD Logroñés, Amorebieta y Gimnástica) ante una afición que ha agradecido el buen trato dado al balón y que se ha marchado a casa contenta con un equipo que le ha regalado un fútbol de alto nivel y bastantes goles.

En esa misma línea hay que mantenerse, pero con la vigilancia constante sobre un rival que ya le mojó la oreja a los alavesistas en el partido de la primera vuelta. No es ni mucho menos manco el equipo ahora dirigido por Jesús Solana, que cuenta con bastante calidad y velocidad arriba, pero que se ha mostrado tremendamente irregular. Así, tan pronto da un susto a los de arriba como pierde ante los rivales con los que se está jugando una permanencia que por su talento debería tener ya asegurada.

Controlar los nervios Necesita recuperar el Alavés la seguridad defensiva que fue marca de la casa en el primer tramo de la competición y que ha desaparecido durante las últimas semanas. Echando de nuevo el cerrojo en la portería de Crespo, las oportunidades acabarán llegando y este equipo ha afinado bastante su puntería con el discurrir del calendario, aunque partidos como el de la semana pasada en Santander digan lo contrario.

Otro aspecto importante a manejar será el mental, aunque ahí ya lleva El Glorioso un importante punto ganado con la derrota ayer del Bilbao Athletic en Barakaldo. De haber sumado los tres puntos, los rojiblancos serían en estos momentos líderes provisionales, con el añadido de presión que esa posibilidad hubiese supuesto. Desterrada esta opción, el Eibar, el tercero en discordia, juega su partido con el Amorebieta al mismo tiempo que los albiazules se estarán enfrentando al Zaragoza B, así que de inicio no habrá un nerviosismo añadido. Las situaciones de tensión, eso sí, pueden vivirse durante el desarrollo del partido si las cosas van mal tanto en Mendizorroza como en Ipurua. Es ahí donde se demostraría de qué pasta está hecho un equipo que tiene ante sí la posibilidad de dejar el duelo por el liderato, como mucho, en un mano a mano con los armeros.