Tudela. Cierra el Deportivo Alavés el año 2012 con la sensación de que ha llegado muy justo al tramo final del mismo, dejando con ello la posibilidad de rematar así unos meses precedentes de exquisito rendimiento en los que el cuadro albiazul había mostrado unas hechuras de equipo campeón que quedan ahora un tanto deslavazadas. No hay espacio para dudar de este equipo, pero las vacaciones comienzan con un sabor amargo que bien se podría haber evitado ayer en Tudela de haber sacado partido a la debilidad defensiva de un oponente que llevó el partido a la locura y supo aprovecharse de la misma.
Como era previsible, volvió a apostar Natxo González por los tres centrales en una composición táctica que hasta la fecha siempre había dado muy buenos réditos al equipo y que ayer no fue menos en el Ciudad de Tudela. Más allá de seguridad defensiva, que tampoco fue bollante por errores con el balón de los tres componentes del eje de la zaga, gana el cuadro albiazul en presencia ofensiva al dejar liberadas las bandas para dos estiletes como Rubio y Manu García, lo que propicia que el tridente de vanguardia también pueda centrar más sus posiciones para tener mayor presencia en el área.
Con Guzmán, Sendoa y Viguera arriba, las llegadas a zonas definitivas se convirtieron en peligrosas cada vez que se dieron, sobre todo por la fenomenal actuación del vizcaíno, que estando en forma es de los que marcan diferencias. En apenas cuarenta segundos estuvo Viguera a punto de sorprender desde lejos a Asín en lo que fue el primer indicio de que el Alavés salía al césped a por todas. Así, una vez tras otra se plantó el cuadro albiazul en el área tudelana y apenas hubo que esperar veinte minutos para abrir el marcador.
Fue en una contra de libro, digna de enseñar en vídeo a los niños y a los que pretenden ser entrenadores. Apertura de Sendoa a banda izquierda dando ventaja a Viguera y, tras llegar casi a línea de fondo, centro de retorno del riojano hacia la llegada del propio Sendoa, que definió con la derecha y cierta fortuna al entrar el balón tras golpear en el larguero. Se adelantaba el Alavés y apenas dos miniutos depsués pudo haber dejado sentenciado el partido en una jugada similar en la que ni Guzmán ni Viguera tuvieron la habilidad de rematar el sensacional centro de Rubio.
Pero tras haber tenido al Tudelano al brode del jaque mate, el equipo de Natxo González comenzó a zozobrar excesivamente en una línea como la defensiva donde cada error se paga caro. Lo que antes eran seguridad y solvencia ahora se ha convertido en cierta incertidumbre y ayer cada uno de los tres centrales aportó su dosis de errores a la salida del balón.
A esos fallos quiso añadirse un colegiado que ya había avisado durante la primera media hora que se encontraba interpretando su particular concierto de solo de silbato con la señalización de varias faltas de dudosa existencia. Ni siquiera esa condición se le puede aplicar al penalti castigado a Javi Hernández por supuesto agarrón o empujón, vaya usted a saber qué vio el trencilla, sobre Jordi Martí. Un especialista como Esparza se iba a los once metros, pero Iturrioz se daba por fin un homenaje deteniendo el penalti y salvando también el rechace.
En el inicio de la segunda parte, como viene siendo costumbre cuando actúa en casa, el Tudelano subió hasta el límite el con tador de revoluciones y el Alavés no fue capaz de meterle calma al asunto, viéndose cercado al borde del área propia, sin balón y con poco acierto a la hora de aprovechar los enormes espacios que el oponente dejaba a las espaldas de su zaga. El ejercicio de funambulismo se convirtió en una constante y el equilibrista albiazul fue a caerse justo cuando ya tenía red debajo. Y es que, tras la expulsión de Azpilucueta el Tudelano se encontró con un segundo e inexistente penalti que esta vez Jordi Martí no falló para situar el empate que sería definitivo pese a los intentos finales del Alavés.