Vitoria. El Deportivo Alavés parece haberse sumido en las últimas semanas en su particular desierto futbolístico después de haber habitado en un auténtico vergel durante un sensacional primer tramo del curso. Lógico y normal, por otra parte, dentro de un equipo al que le empiezan a pasar factura sus problemas internos y que ayer se vio superado durante muchos minutos por un Bilbao Athletic soberbio con el balón entre los pies. Durante muchos minutos estuvo completamente desdibujado El Glorioso, pero este equipo demostró ayer que es capaz de levantarse en la adversidad para empatar cuando amenazaba hundimiento y protagonizar una segunda parte en la que trató de desequilibrar el marcador a base de individualidades ante su evidente falta de ideas. Al final, un punto en medio del desierto que sirve para seguir haciendo camino.

Se vio el Alavés sorprendido por la propuesta balompédica de un Athletic que en nada se parece a la del resto de equipos que han rendido visita a Mendizorroza. Mientras que la mayoría ha optado por despreciar el balón y golpearlo en muchas ocasiones sin sentido alguno para centrarse únicamente en pertrecharse alrededor de su portería, el filial rojiblanco es de los que siempre apuestan por tratar con mimo el esférico, por hacerlo circular a ras de césped y buscar el desequilibrio a base de un exquisito juego combinativo.

Así las cosas, durante casi media hora se vieron los albiazules corriendo detrás de un balón que les era imposible alcanzar ante la velocidad en el movimiento de un oponente caracterizado por contar con finos estilistas en el trato de la pelota. Pero, lo que son las cosas, los cachorros fueron a sorprender a los vitorianos con un pelotazo desde la defensa, un despeje en largo en el que el fallo de compenetración entre Luciano y Javi Hernández facilitó la carrera y el desmarque de Yurrebaso, que ante Iturrioz se lució con un remate ajustado al palo para desequilibrar el marcador con un cuarto de hora jugado.

Durante otros quince minutos más estuvo el equipo de Natxo González postrado ante el control total del balón que ejerció un Athletic que se dedicó a hacer circular la bola de un lado a otro con criterio y velocidad. Fue el momento de sufrir y resistir tratando de recuperar un esférico que se movía demasiado deprisa para unos alavesistas que casi nada podían hacer para volver a tenerlo en su posesión.

Y en medio de ese anuncio de debacle, se sacó de la chistera el cuadro albiazul una jugada de tiralíneas que se completó con un punto de fortuna. De un centro desde la izquierda de Manu García y un cabezazo al larguero de Luismi salió un rechace que fue a golpear en Albisua, en pugna con Viguera, para que el balón acabara colándose el la meta bilbaína y las tablas regresasen el marcador al mismo tiempo que el Alavés volvía a recordar a la mejor versión de sí mismo y no a ese quiero y no puedo que le tocó interpretar durante una primera media hora de sufrimiento.

Con la entrada de Barahona por Jonan en el inicio de la segunda parte, Natxo González apostó por acercar al área a un jugador desequilibrante y con gol como Luismi para secundar a Viguera, pero la variante apenas duró diez minutos por culpa de la lesión del cacereño, que dejó su sitio a Beobide. Ahí se desdibujó casi por completo el conjunto vitoriano, desorientado en el centro del campo por la presencia al mismo tiempo del guipuzcoano, Jaume y un Miki que sigue desaparecido y sin dar señales de que su resurrección se encuentre cercana. Así, lo que había sido juego ordenado se convirtió en descontrol por parte de ambos bandos en busca de soluciones individuales que desequilibrasen el partido.

En esta tesitura, ambos contendientes disfrutaron de buenas oportunidades. Mal rematadas las de los bilbaínos, que acusan una marcada falta de pegada, y sin conseguir acabarlas los vitorianos, que hicieron todo a la perfección hasta el disparo decisivo, que la mayoría de las veces no llegó más allá de un remate al larguero de Viguera. Se volcaron los alavesistas buscando a un Sendoa que puso en jaque a la zaga rival, pero el mate no acabó por producirse y los dos contrincantes acabaron sellando las tablas.