Vitoria. Es una cuestión de perogrullo pero los goles, en el fútbol, cuestan puntos. Los errores se cobran un elevado peaje y, por eso, lograr la máxima seguridad defensiva es uno de los grandes objetivos que se marcan todos los conjuntos al inicio de cada temporada. Y es ha sido, precisamente, una de las claves del éxito del Deportivo Alavés en el presente ejercicio. La zaga albiazul se había convertido en una roca inexpugnable para todos sus rivales y, como consecuencia, la recolecta de puntos marchaba a un ritmo excelente hasta alcanzar los 37 actuales que le sitúan a las puertas de superar su mejor registro en una vuelta en esta última época dentro de la Segunda División B. Sin embargo, esa roca otrora más que sólida se ha permeabilizado en los últimos tiempos y, lógicamente, ha provocado ciertos efectos.

La frialdad de la estadística acostumbra a ser el mejor indicativo de los cambios de tendencia y, en este caso, no deja lugar a las dudas. En sus cinco últimas comparecencias ligueras, el combinado vitoriano ha encajado cinco goles mientras que en los once encuentros anteriores únicamente recibió cuatro. Una diferencia más que considerable que muestra de manera diáfana uno de los escollos a los que tiene que hacer frente en la actualidad el plantel de Natxo González.

Porque para poder hacerse con la victoria en alguna de estas citas, el equipo ha necesitado, como mínimo, perforar la portería adversaria en dos oportunidades, mientras que antes tenía más que suficiente con hacerlo una sola vez.

El primer síntoma de este todavía incipiente resquebrajamiento se produjo en la duodécima jornada del campeonato, cuando el Alavés visitó al Amorebieta. Entonces, el holgado marcador final (1-4) provocó que se le restara trascendencia al gol encajado por Miguel Martínez. Sin embargo, una semana después, la historia volvió a repetirse y el Lleida consiguió llevarse un punto de Mendizorroza merced al tanto transformado por Milla en el minuto 82 que sirvió para equilibrar la balanza respecto al que, poco antes, había anotado Manu García. Dicen que no hay dos sin tres y así lo comprobó El Glorioso siete días más tarde en su visita a Torrelavega. En el último encuetro en el que Miguel Martínez, ya lesionado, defendió la portería albiazul, la Gimnástica hizo un gol pese a que la victoria final fue para los vitorianos (1-2).

En la decimoquinta jornada, coincidiendo con la visita del Racing de Santander B al Paseo de Cervantes, se produjo el único oasis en este particular calvario alavesista. Así, Urtzi pudo, por fin, mantener su portería inmaculada. Lo que contribuyó de forma decisiva a que los tres puntos se quedaran en Mendizorroza (2-0). Sin embargo, el pasado domingo el equipo retomó el camino de las concesiones defensivas y el Zaragoza B -un conjunto que hasta entonces únicamente había anotado quince goles- le batió por dos veces endosándole la tercera derrota del curso (2-1).

En total, un balance de cinco tantos encajados en las cinco últimas jornadas recibiendo al menos un gol en cuatro de esos compromisos. Un expediente que no puede considerarse especialmente negativo pero que, si se compara con el firmado previamente, tiene que invitar a una reflexión.

Porque, a lo largo de los once primeros capítulos del campeonato liguero, los rivales sólo batieron la portería albiazul en cuatro ocasiones. Es decir, una menos que en este último periodo mucho más corto. Pero es que, además, esas dianas de los adversarios llegaron únicamente en dos encuentros. Las derrotas ante Eibar (3-1) y Real Sociedad B (0-1), por lo que el plantel de Natxo González estuvo nada menos que nueve duelos sin recibir tanto alguno. Ese debe ser el camino a recuperar.