Torrelavega. Cuando no hay espacio para el efectismo hay que tirar de efectividad y a esta segunda virtud hubo de acudir ayer el Deportivo Alavés para regresar a la senda de la victoria en Torrelavega en uno de sus partidos más grises en lo que va de temporada. El juego albiazul fue extremadamente opaco al ser incapaz el equipo de hacerse con el control del balón en el centro del campo y al encontrarse delante con un oponente incansable a la hora de repartir golpes. De la inoperancia propia y el asedio de boxeador rival salió un partido áspero en el que el conjunto vitoriano no se movió cómodo en ningún momento, pero en el que se encontró con la fortuna de cara en dos acciones en las que el gol parecía impensable al mismo tiempo que volvió a chocar contra su habitual falta de efectividad para convertir en dianas sus ocasiones más claras. Sea como fuere, tres nuevos puntos a la mochila de un equipo que durmió más líder.

Al cuadro albiazul le costó mucho adaptarse a las exigencias de un partido en el que Natxo González planteó por vez primera un dibujo 4-4-2, dejando fuera del once a jugadores relevantes como Óscar Rubio o Jonan. La falta de control en el centro del campo y la dificultad para llevarse los balones en largo, prácticamente el único recurso utilizado por ambos contendientes, propició que los alavesistas estuviesen en demasiadas ocasiones a merced de un rival que demostró manejarse mucho mejor en es e estilo de juego en el que la fuerza prima por encima de la calidad. Sin la presencia de la segunda, los vitorianos no pudieron marcar diferencias como acostumbran.

Pese a esa escasa relevancia en el juego de los jugadores más determinantes en el paso del bando alavesista al estar prácticamente desaparecidos los Miki, Guzmán, Luismi o Viguera, tras unos cuantos sustos la balanza se desequilibró del lado visitante en una acción que fue un sinsentido en sí. De un saque extremadamente largo de Miguel que un defensa no fue capaz de despejar salió una extraña prolongación de Viguera en el aire para superar al último defensa y, al final, un leve toque de cabeza de Luismi sirvió para librar la salida del portero y el cacereño marcó a placer.

Sin apenas haber puesto una sola carta sobre el tapete, el Alavés tenía más de media partida a su favor. El problema es que en ese momento volvió a hacer acto de presencia uno de esos colegiados a los que la aplicación del reglamento parece que se les olvidó en cuanto recibieron el carné. Y es que, su supiera aplicarlo, debería haber dejado con diez a la Gimnástica por agresión de Alberto a Guzmán. Aunque lo peor fue castigar a los albiazules con un penalti que no fue en pleno tiempo de descuento cuando segundos antes se había olvidado de señalar una falta, otra más, sobre un Juanma que no dejó de recibir golpes en todo el partido. A fin de cuentas, el regreso de las tablas al marcador, obra de Carlos Álvarez, antes del descanso.

En la segunda parte, como viene siendo costumbre, los albiazules comenzaron a desnivelar la balanza del fútbol a su favor, presentándose en varias ocasiones en las inmediaciones del área con peligro y generando muy buenas oportunidades a balón parado. Pese a ello, no debía gustarle demasiado el guión a Natxo González cuando decidió dar entrada a Rubio para suplir a Guzmán y apostar por una línea de tres centrales, dejando las bandas a los dos laterales y situando a Luismi por detrás de los dos puntas.

La variante dio un nuevo aire al equipo, pero las dificultades para jugar con cierta soltura ante un rival que se hartó de dar patadas, codazos y golpes se hicieron cada vez más evidentes con el paso de los minutos. Así, en el tramo final la victoria dependía de un golpe de fortuna o de uno de calidad. Fue una combinación de ambos, al cazar Jonan en el centro del área un mal disparo de Jaume que transformó en perfecta asistencia el vizcaíno con un gol de muchos quilates.