El juego por las bandas, el desdoblamiento de los laterales para acompañar a los extremos, es una de las principales características que Natxo González ha querido imprimir a su Deportivo Alavés. Lo había demostrado a lo largo de los partidos ya disputados en el arranque del curso y elevó a la enésima potencia esa apuesta ayer en Tajonar, donde los dos defensas se convirtieron en carrileros sumados casi permanentemente al ataque. Al principio, Manu García con Barahona; en la segunda parte, Óscar Rubio con Guzmán, conformando estos dos una pareja con un veneno mortal para el adversario.
En el inicio del partido el equipo vitoriano se centró principalmente en atacar la defensa de cinco hombres de Osasuna por la banda izquierda. El crecimiento de Manu García en los últimos partidos, ya asentado en una posición en la que al principio no estaba tan a gusto, permite contar con todo un caballo percherón por el flanco siniestro. Barahona, con su verticalidad, estuvo bullicioso, pero la diferencia la marcó el lateral vitoriano con su empuje desde atrás, llegando incluso a pisar la línea de fondo para servir unos grandes pases al área.
En ese arranque mantenía el Alavés en barbecho a los componentes del carril derecho, pero fue aparecer estos y desequilibrarse el partido. Y es que el tándem que han formado Rubio y Guzmán apenas tiene parangón en la categoría y los rivales tienen complicado encontrar el antídoto para frenar unas combinaciones que no generan nada más que peligro.
De su primera asociación se gestó el primer gol, pero nada comparado con la exhibición que protagonizaron en la segunda parte, en la que tanto el catalán como el extremeño pisaron de manera constante el área osasunista en acciones de enorme peligro, a la vez que la izquierda perdía relevancia ante la amenaza que sufría Manu García con una amarilla. Mención especial merece un Rubio que en nada se parece al del pasado arranque de curso. El lateral, que ya acabó la pasada temporada a un nivel altísimo, está de sobresaliente en todos los partidos y ayer firmó una actuación cum laude, llegando incluso en varias ocasiones a pisar zonas de peligro con soltura.
De esa vigilancia que precisa su compañero de banda se aprovecha a las mil maravillas un Guzmán que técnicamente es un prodigio y que cuenta con un guante por pierna derecha, lo que unido a su velocidad y a su verticalidad le permite presentarse repetidamente con peligro ante la meta rival. En Tajonar se encargó de abrir el marcador y de cerrarlo como especialista desde los once metros con un penalti a lo Panenka que utiliza como recurso habitual en sus lanzamientos.