El trato cariñoso al balón parecía desterrado en el mundo del fútbol hasta que el Barcelona de Guardiola volvió a dar al esférico el papel de protagonista del que nunca había tenido que desaparecer. Ahora son muchos equipos los que tratan de seguir ese mismo camino, dándole la relevancia que se merece, haciéndolo circular de manera virtuosa. Al principio fue el balón, que diría Jorge Valdano. La base del fútbol, de la creatividad, de la sutileza, es el pase. Quien sabe utilizarlo, quien lo aprovecha para generar el desequilibrio, quien espera al momento oportuno para darlo, ese es el que genera las diferencias en el mundo del fútbol. Ejemplos hay muchos y también en este Deportivo Alavés que gusta de la exquisitez en los metros finales hay cocineros de tres estrellas que saben darle al balón ese punto justo que marca la diferencia.
El ejemplo más evidente es el que tiene a Jonan García como protagonista. En una categoría en la que la mayoría de los futbolistas necesitan tres tiempos -control, visualización y acción- para desarrollar un movimiento, el vizcaíno se desplaza a la velocidad de la luz. O, lo que es lo mismo, cuenta con esa innata capacidad para leer y ejecutar la siguiente jugada antes siquiera de que el balón llegue a sus botas. Salvando las distancias, al más puro estilo de un Michael Laudrup o un Xavi Hernández, capaces de encontrar un espacio para el pase donde todos los demás solo ven una maraña de piernas rivales.
Jonan ya ha dejado en este arranque de curso varias acciones que han levantado a la afición y ayer, sobre todo durante la primera parte, volvió a erigirse en el faro futbolístico de un equipo en el que casi todas las acciones de peligro tuvieron su origen en las botas del ex del Guadalajara. Criterio, inteligencia y precisión se juntan en su figura. Y eso en los metros finales marca unas enormes diferencias, ya que sus compañeros disfrutan casi siempre de unas relevantes ventajas para afrontar con más seguridad los remates definitivos.
A esa antigua y ahora moderna tendencia de convertir el pase en una exquisitez quiso sumarse también un Rubén Negredo que se convirtió en el hombre de la asistencia decisiva en los dos goles. Primero, al interpretar a las mil maravillas una pared con la que habilitó el mano a mano que Guzmán resolvió ante Pablo. Posteriormente, y tras aguantar a la perfección el balón, supo esperar al momento oportuno para dar un pase en profundidad -ni pronto para no sacar ventaja ni tarde para evitar el fuera de juego- gracias al que Jonan finiquitó definitivamente el partido con otra acción combinativa excepcional.